Iñaki Vigor

‘Labrit 65’ rememora la historia del emblemático frontón iruindarra

Un joven se acercó a Miguel Santos, corredor de apuestas en el frontón Labrit, y le dijo que quería apostar a favor del rojo con el resultado de 22-13. El artekari le explicó que las apuestas no se hacían así. El joven insistió, pero no se la admitieron. El resultado del partido fue de 22-13 a favor del rojo. Esta es una jugosa anécdota recogida en ‘Labrit 65’, un documental que rememora la historia del emblemático frontón iruindarra y cuyo preestreno ha tenido una gran acogida.

‘Labrit 65’ repasa la historia del frontón iruindarra a través del testimonio de ocho personas.
‘Labrit 65’ repasa la historia del frontón iruindarra a través del testimonio de ocho personas.

El Labrit es el único frontón de élite que queda en el corazón de una ciudad. Así lo recordó Iñaki Urbina durante la presentación del documental que ha producido junto con Iñaki Navarro y Lucía Arrieta, y que pretende ser el principio de un proyecto más ambicioso.

Ante un centenar de personas que llenaron el lunes por la tarde la sala del Palacio del Condestable, y con un toque de orgullo por ser nacido y vecino de Iruñea, Urbina recordó que en sus 65 años de existencia el Labrit no solo ha ofrecido partidos de pelota, sino que ha sido escenario de actividades muy diversas. En efecto, este frontón ha acogido festivales de música y dantza, mítines políticos, veladas de boxeo, conciertos, homenajes, asambleas de trabajadores…

Pero la pelota siempre ha estado en primer lugar, hasta el punto de que el comentarista Josetxo Lizartza llegar a decir en el documental que, en la actualidad, el Labrit es la auténtica catedral pelotazale.

A lo largo de 35 minutos, que se hacen cortos, ‘Labrit 65’ aporta pinceladas históricas del frontón desde que fue inaugurado el 15 de junio de 1952, y lo hace a través de los testimonios de ocho personas que han estado vinculadas a él por diversos motivos.

José Esparza, pelotari que jugó en el partido inaugural del Labrit hace 65 años, desgrana anécdotas y comentarios que solo una persona de su edad puede aportar. También aparece Oinatz Bengoetxea, que ganó el Mundial de 2002 en este frontón antes de pasar a profesional. El actual campeón manomanista no pudo acudir a la proyección del documental, pero sí estuvo otro campeón, Javier Urriza, que dio sus primeros pasos como pelotari en el Labrit, en la modalidad de pala, y ha llegado a ser uno de los mejores remontistas de todos los tiempos.

Y hablando de pala, no podía faltar el testimonio de Miguel Angel Uros, ‘Txiki’, uno de los mejores palistas aficionados de la historia, como lo atestiguan sus 19 txapelas. ‘Txiki’ también es canchero del Labrit, ha pasado allí más tiempo que en su casa, y eso le aporta un valor añadido a sus anécdotas y comentarios.

Mikel Idoate, que interviene sobre todo en euskara (el documental es bilingüe y subtitulado), recuerda de forma especial las dos semifinales del manomanista que ganó en el Labrit, antes de que una lesión en la mano le obligase a dejar el campo profesional. Y recuerda, sobre todo, el apoyo del público de este frontón, situado a solo diez minutos de su casa, en el barrio de la Txantrea.

Maite Ruiz de Larramendi, sin duda la mejor pelotari navarra de la historia y también una de las mejores del mundo, rememora la llegada de las mujeres a un deporte vinculado históricamente a los hombres, y cómo ella solía coincidir en la cancha del Labrit con figuras de renombre, como Eugi y Beloki.

Sin embargo, el documental no ha podido incluir el testimonio de uno de los personajes más vinculados al frontón iruindarra: Agustín Asenjo. Este palista era un pelotari de los de antes, un aficionado  que jugaba a pala corta, a paleta cuero, a paleta goma, un fenómeno con las dos manos, un ‘mañuetero’ que ganaba desafíos inverosímiles, con un banco de dos metros atado al cuerpo, con un pesado saco de virutas a la espalda, jugando a bajo pata, de izquierda o de revés.

Todos los miércoles y sábados del año el Labrit se llenaba de aficionados para disfrutar con este mítico pelotari, que solía jugar en camiseta de tirantes y creaba un ambiente especial. Se enfrentaba incluso a pelotaris profesionales, y les ganaba, porque tenía unas facultades extraordinarias. «Pero cuando se vestía de blanco, se ponía negro», comenta José Esparza en el documental con sonrisa picarona. Y era cierto. Cuando Agustín Asenjo salía a la cancha con traje de pelotari, los nervios le atenazaban.

Es lo que le ocurrió cuando se enfrentó a pala corta contra el mexicano José Antonio Musi, ganador de varias medallas de plata y oro en campeonatos del mundo gracias a su increíble juego de revés. Era sábado al mediodía, y probablemente nunca han entrado tantas personas al Labrit para ver un partido que había generado una enorme expectación. Aquel día Agustín Asenjo jugó vestido de blanco… y perdió.

Varios protagonistas del documental alaban las portentosas facultades de este peculiar palista, que ahora tiene 80 años de edad. Los autores del cortometraje han intentado una y otra vez  recabar su testimonio, pero Asenjo se ha negado. Prefiere que le recuerden como el genial pelotari que fue.

Los autores del documental quieren ampliar este proyecto, y para ello invitan a la gente a aportar historias y anécdotas vinculadas al Labrit. Una de ellas la narra el propio Josetxo Lizartza, cuando recuerda que, siendo chaval, se coló en el frontón para ver un partido de pelota poniéndose un parche en el ojo y diciéndole al portero que había estado jugando antes allí y le habían dado un pelotazo.

Desde aquí aportaremos otra anécdota de la que fuimos testigos. El Labrit acogía un partido del campeonato manomanista entre Retegi I y Lajos, los mejores pelotaris del momento, y se habían agotado todas las entradas. Un conocido vecino de Alde Zaharra de Iruñea, de nombre Patxi y apellido Erdozain, era uno de los muchos aficionados que se había quedado sin poder entrar. Cuando vio llegar la camioneta que llevaba el pan para el bar del frontón, no lo dudó. Se echó a la espalda un saco de panes y pasó tranquilamente por delante del portero. «Hola, buenos días». Y se quedó dentro. Los que nos quedamos en la calle nos tuvimos que conformar con seguir el partido por radio. La televisión todavía no había descubierto la gran afición a la pelota. Ahora, 65 años después de su inauguración, el Labrit sigue siendo buena prueba de ello.