«Antes, el buen tiempo no se anunciaba; no le interesaba a nadie»
No solo es una reputada meteoróloga, no solo es toda una mujer de ciencia, Margarita Martín es también una gran divulgadora de lo suyo, el tiempo, el tiempo de ayer, el de hoy y, con todas las precauciones, el de mañana. Zaragozana de nacimiento –llegó al mundo en 1953, año en que se registró uno de los fenómenos de La Niña más virulentos que se recuerda–, de madre navarra y padre palentino, lleva muchos años en esto de la meteorología y unos cuantos de ellos en Igeldo, donde ejerce de delegada de Aemet en la CAV.
Hoy el tiempo nos lo dan los hombres y mujeres del tiempo, que no son meteorólogos...
La Meteorología es la ciencia que estudia los fenómenos atmosféricos. Los hombres y mujeres del tiempo ya no son meteorólogos científicos. En su mayor parte son informadores de meteorología. En el deporte pasa igual. Los periodistas deportivos no tienen que ser deportistas; deben entender de deporte. Hasta hace treinta años estábamos acostumbrados a que los ‘hombres del tiempo’ fueran meteorólogos titulados. Desde los años 80 hasta hoy, gracias a la prevalencia de la imagen sobre la palabra, se ha venido dando más importancia a la forma del mensaje que al mensaje mismo. Y en las formas hay otros mejor preparados que los meteorólogos científicos. Esta situación da lugar a confusión entre dos profesiones distintas, aunque tengan mucho en común. Eso sí, te aseguro que no hay ni una sola persona que se ponga a hablar de salud y debajo le pongan que es médico sin serlo. Se lo comen en el Colegio de Médicos...
¿La Meteorología ha sido la hermana pobre de las ciencias?
Hasta el siglo XX no era ni siquiera una ciencia. El Cuerpo de Meteorólogos se creó en España en 1913. Los que se dedicaban anteriormente a predecir el tiempo eran grandes conocedores de su entorno y utilizaban el método empírico, es decir la relación directa causa-efecto, en el mejor de los casos. En otros, su trabajo entraba dentro del arte adivinatorio. Actualmente, se puede estudiar Meteorología solo en Madrid y Barcelona y, desde luego, la especialidad no es de las más buscadas por el alumnado...
Y no hablemos ya de historia de la meteorología y el clima...
Eso es una rama de la ciencia que está por desarrollar todavía. En algunos países ya existe la asignatura de Historia del Clima dentro del Departamento de Historia de la Facultad de Letras. En España hay poquísimos especialistas en este tema y no se potencia apenas esta disciplina.
¿Tampoco en un estudio en el que resulte nada sencillo obtener datos, no?
Sin observación no hay Meteorología. Luego, está la experimentación, donde por desgracia no podemos fabricar tormentas, ni nieblas… Y, finalmente, la tesis, es decir, el pronóstico. Sí que se pueden obtener datos, no es tan difícil, pero lo que hace falta es inversión en investigación, el gran asunto pendiente de todos los regí- menes polí- ticos en el país de quien una vez gritó «¡Muera la Inteligencia!».
Por suerte para los vascos,tuvimos al Padre Orcolaga, ¿nuestro primer hombre deltiempo?
Sí, realmente así fue. El primer hombre que habló del tiempo, fue escuchado y respetado por los pescadores, y acosado moralmente por los poderosos.
Y que, curiosamente, solo predecía el mal tiempo... ¡Cómo han cambiado las cosas, eh!
El buen tiempo no lo anunciaba, no le interesaba a nadie. La predicción del tiempo tenía por objeto hacer una previsión de las cosechas o salvar vidas en la mar, o facilitar operaciones militares. Se desprende de lo anterior que todos los destinatarios de las previsiones estaban en actitud de trabajar. Ahora es el ocio lo que domina la sociedad. De una sociedad productiva a otra de servicios. El cambio en el mensaje meteorológico lo dice todo.
Orcolaga era sacerdote, pero la realidad es que la religión retrasó mucho los avances en el estudio de la Meteorología...
Hay que precisar esa mención de la religión, porque religiones hay muchas. Las religiones que están basadas en dogmas no pueden aceptar el método científico. El dogma domina sobre la lógica científica. La Iglesia cató- lica, en ciertas partes del mundo, y otras iglesias o religiones en el resto del mundo, se han opuesto al pensamiento cientí- fico porque demolía los dogmas. Pero había excepciones. Los avances científicos de los siglos XV-XVI y XVII se produjeron en los países donde triunfó la rebelión de Lutero. En los paí- ses católicos solo los jesuítas se incorporan plenamente al Saber y a la Ciencia en el siglo XIX, y son los que fundan los primeros observatorios meteorológicos españoles, aunque fuera en Manila y en La Habana donde se estrenaron; lejos de la metrópoli... Por algo debió ser. Antes que los jesuitas solo los marinos disponían de un observatorio en la península, el de San Fernando, fundado en Cádiz en el siglo XIX. Y esto tampoco fue por casualidad.
Tanto retraso en los estudios meteorológicos que un aparato como el barómetro hubiera evitado la tragedia de la galerna de Bermeo de 1912...
Es que la ignorancia era muy grande y osada. Los barcos franceses en aquel entonces ya llevaban barómetro y se salvaron porque vieron caer el barómetro. El destino aquí, en cambio, estaba en manos de dios, sostenía la religión. Así que aquí se despreciaban los avances cientí- ficos que se producían en otros países. «Que inventen ellos», se decía. Pero tampoco ahora se puede sacar pecho, ¿eh?
Incluso el conocido como «periodo barométrico de los veinte días» lo ideó un vasco...
Sí, Ángel Rodríguez, director del Observatorio Meteorológico de los Agustinos de Gernika, y luego del Observatorio del Vaticano. El «periodo barométrico de los veinte días» es el tiempo en el que tardan en reproducirse los centros de presión en el Atlántico. Él lo descubrió, pero nadie destacó su descubrimiento, hasta que veinticinco años después un alemán se apropia de su idea... Si hubiera descubierto una nueva forma de meter un gol, otro gallo habría cantado en su país natal...
Primero fueron los adivinos, luego los empiristas, hasta llegar a hoy día en que por fin son los meteorólogos los que interpretan el tiempo... ¿quizá por ese lastre de siglos sigue tan presente esa percepción mágica del tiempo?
Los meteorólogos antiguos eran los brujos de la tribu, encargados de calcular la cosecha en base a datos que hoy calificaríamos de fenológico; es decir, los cambios en la naturaleza vinculados al clima. Hacían previsiones climatológicas y económicas, transcendentales para la supervivencia. Cuándo germina, cuándo se hacía la vendimia… era una información vital. Era controlar la información econó- mica. Y eso estaba en manos del chamán, de los sacerdotes… La profesión de sacerdote y astrónomo eran casi la misma.
¿La predicción científica está reñida con el empirismo?
No. Supera al empirismo. Me explico. La Meteorología es observación, hipótesis y tesis. Empirismo es que si hoy a la puesta del sol se ve el horizonte rojizo mañana llueve… Puede ser cierto, pero no tienes ningún desarrollo matemático que te lo demuestre, y la ciencia lo que hace es ir a ese desarrollo matemático para probar inequívocamente la tesis, que es la predicción del día siguiente. Falta todo por hacer. Fijate, el más antiguo ejemplo de una predicción meteorológica fueron las diez plagas de Egipto, acertadas todas porque todas tenían una causa meteorológica. Moisés, que no era un cualquiera, las predijo, haciendo uso del empirismo.
Quizá de ese pasado no tan lejano queden rescoldos como las témporas, ¿como debemos encararlas, como un pasatiempo?
Las témporas son antiquísimas. Hay témporas que son un resumen del empirismo científico y tienen su sentido. Otras no tienen ninguno.
¿Y cuáles son unas y otras?
Las témporas que están basadas en la observación de la naturaleza entran dentro de la ciencia empírica, como que brote antes el roble que el fresno o al revés, o que no hibernan tales animales… Eso es empirismo. Viene a ser una observación fenológica. Existe relación entre la observación de la naturaleza en un momento escogido y su evolución posterior. Pero otro tipo de témporas no tienen base científica, como las que se basan en los vientos que hay en el plenilunio anterior al equinoccio; esas no tienen lógica científica.
¿Se enfadará nuestro querido Peio Zabala?
No, en absoluto. Tenemos una relación estupenda. Colaboramos en todo lo que podemos y si él no hace más hoy en el campo de la meteorología es porque tiene un montón de ocupaciones que no se lo permiten.
¿Qué tiempos manejamos hoy en las previsiones deltiempo?
A más de cinco días es casi imposible predecir con una fiabilidad mayor del 50%, porque menos menos sería a cara o cruz. Por contra, los fenómenos más locales no los predice ningún modelo numérico; es más, hace falta un poco de empirismo o lo que se llama la experiencia del predictor. Si hablamos, por ejemplo, de un tormentazo que cae en un lugar concreto, pues podemos hablar de doce horas o así, como mucho. Y el Mediterráneo, donde yo he trabajado trece años, es muchísimo peor que esto con diferencia… Aquí son Alava y Navarra las que dan esos sustos porque son cuenca mediterránea, sobre todo entre mayo y setiembre. En el País Vasco, lo más difícil de predecir es el total de precipitación.
Y cada vez se les exige que acierten más y fallen menos…
Somos uno de los hazmerreír más habituales. Siempre en la picota. La gente se alegra la vida como puede... sin mala intención. Otra cosa es la noticia que salió por Twitter hace unas semanas. En un país de Europa, creo que Eslovenia, quieren pedir responsabilidades a los meteorólogos por sus errores. Como cunda el ejemplo...
En lo que no yerran ustedes es cuando sostienen que todo ha sucedido siempre antes.
No se hace nada nuevo bajo el sol… Eso es lo que yo he aprendido en los 32 años y medio que llevo como meteoróloga. Cuando crees que algo no ha sucedido nunca antes, te vas a los archivos y... por ejemplo, lo de Biescas ya había sucedido, en el año 1931. Lo que pasa es que no había un camping… Hubo dos muertos porque no había camping. Estas catástrofes naturales siempre han ido precedidas de otras iguales. ¿Cuántas avenidas catastróficas ha habido en el Nervión a su paso por Bilbao? Pues unas cuatro por siglo. En la última, en el barrio de la Peña el barro alcanzó los seis metros de altura... Estamos hartos de que cada vez que hay un temporal de olas en nuestra costa se diga que nunca se había visto, o ni tanto calor como ha hecho ahora, o que ni los más viejos del lugar… Es que el clima no tiene escala humana. Para el clima, 500 años es hace un rato.