Carlos GIL
LEIOA

De cómo construir un relato que parezca unitario a base de pegar fragmentos

Prohibido aburrir debería figurar en el frontispicio de toda intención artística callejera. La introspección metafísica, la retórica, el juego eternizante del preámbulo son pecados mortales. Nosotros, avisados por los filósofos en la materia, huimos con rapidez. Uno sobrevuela por muchas propuestas, las visiona y sigue su camino meditabundo. En cambio, cuando aparece ese detalle, uno se prende, se eriza, se congela. pierde la noción y disfruta aunque sea con algo tan sencillo como una historia de sapos, charcas, pájaros y blues contada por un artista solitario Esteban Adrián que es La Malette y su bello espectáculo “Little boy, the king of harmonica”, hecho con sus manos. Del Mediterráneo dos propuestas admirables: las valencias de  Maduixa con “Mulïer”, que muestra a las mujeres desde una perspectiva integral, física, superadora de tópicos y con capacidad de crear figuras de una gran belleza que a la dificultad de la ejecución de esa coreografías con los zancos unen una fuerza expresiva de alto voltaje. Desde las Islas Baleares Migrants nos presentó una obra con una dramaturgia explícita y clara, “Frontera”, que usa los elementos escenográficos y el movimiento para narrarnos una epopeya reconocible, personas que  se encuentran con esas fronteras físicas, mentales, sociales y policiales. Un buen trabajo con una ambición teatral innegable. Los alaveses de “Turukutupá” siguen en su especialidad conceptual de unir lo sonoro con el reciclaje de objetos y así en “Basuromio” van dando nueva vida a objetos que han sido vencidos por la obsolescencia o  la moda. Utilería de otros tiempos pero con otro uso más activado es la propuesta de la catalana Cristina Solé con su unipersonal “Wet floor”, una obra paradójica en clave de clown. Siempre me entra la misma reflexión sobre la danza vertical: las pocas posibilidades de expresión, la limitación de vocabulario de movimientos, la uniformidad, que en el caso de “The Opposite Hand” se compensa con una mapeo de vídeo crea imágenes sugerentes que ayuden a una narración invisible. Sobre rudas, sobre motos, sobre sillas de barbería, en color de rosa, “El Gran Rufus” un espectáculo de reciclaje de canciones de otras épocas. Lo mismo, pero con más salero, más enjundia, mejor disposición, un itinerante popular y populista, totalmente ochentero, “Odisea’ 80” de Nacho Vilar Producciones, un divertimento participativo que logra sus objetivos con una inusitada solvencia.