Ingo NIEBEL

Los sucesores del socialismo de la RDA vuelven a gobernar en el este alemán

Un cuarto de siglo después de la Caída del Muro, el estado federal de Turingia vuelve a ser gobernado por la formación que ha sucedido al Partido Socialista Unificado de Alemania (PSUA), que durante cuatro décadas dirigió los destinos de la República Democrática Alemana (RDA). El día histórico de ayer es expresión de cierta normalización política, pero también comienza a polarizar el paisaje político.

En la segunda votación, el candidato del partido socialista «Die Linke» (La Izquierda), Bodo Ramelow, obtuvo la mayoría absoluta de 46 votos para dirigir como ministro-presidente el estado federal de Turingia.

Su victoria es resultado de una coalición que su formación, la segunda fuerza política de este land, ha formado con la tercera, el Partido Socialdemócrata de Alemana (SPD), y la quinta, los ecologistas Verdes, para poner fin a 25 años de gobierno de la Unión Demócrata Cristiana (CDU). El partido de la canciller Angela Merkel pasa a los bancos de la oposición a pesar de haber conseguido la mayoría de votos en las elecciones.

Sin embargo, no encontró socio para continuar en el poder después de que su hasta entonces socio, el Partido Liberaldemocrático (FDP), se quedara por debajo del límite del 5%.

En su lugar entró con fuerza, obteniendo 11 escaños, la euroescéptica y derechista Alternativa para la Alemania (AfD). Desde Berlín ha intervenido Merkel, a la sazón presidenta de la CDU, para evitar cualquier tipo de colaboración con el AfD, aunque eso suponía perder el poder ejecutivo.

Los adversarios al tripartito dirigido por Ramelow, esperaban que el candidato tendría que ir a la tercera votación para salir elegido con mayoría simple puesto que, debido a unas particularidades del procedimiento legal de votación, eso habría dañado políticamente al ministro-presidente.

De hecho, en la primera votación Ramelow sólo empató a 45 votos con la oposición porque hubo un voto que fue contado como inválido. En el segundo intento venció. El nuevo jefe de Gobierno juró su cargo sin hacer uso de la fórmula religiosa, a pesar de considerarse cristiano protestante, y de que antes de acudir al hemiciclo pasó por la capilla del Parlamento, pidiendo a la prensa que no le hiciera fotos al salir.

«Reconciliar, no dividir»

Una vez instituido en su nuevo cargo, Ramelow utilizó su primer discurso oficial para quitar hierro a lo que supone que Die Linke, como sucesor del PSUA, asuma de nuevo el poder.

Como lema utilizó la consigna que empleó el que fuera presidente de la República Federal por el SPD, Johannes Rau: «Reconciliar, no dividir». Pidió un «fair play», un trato respetuoso, por hacer todo lo posible para que los ciudadanos vuelvan a interesarse por la política en vez de darle la espalda.

Y yendo más lejos todavía se dirigió a un amigo suyo, Andreas Pütz, preso en tiempos de la RDA, y sentando entre los invitados a este acto. «A tí y a todos tus compañeros solo os puedo pedir perdón», dijo el ministropresidente de Die Linke. Este gesto es la continuación de otro, el reconocimiento de que la RDA es, según la jerga política alemana, un «Estado de injusticia». Esta denominación, muy empleada por Merkel, la firmó primero Ramelow como paso previo para poder negociar con el SPD y los Verdes el tripartito. Al final también fue consagrado por Die Linke de Turingia cuyos delegados aprobaron el acuerdo de coalición con el 94% de los votos.

Pero el gesto de Ramelow es también una reacción a la manifestación de hasta 2.000 de personas que en vísperas de este día histórico protestaron contra su votación. Hubo continuación en el hemiciclo donde el AfD le negó el saludo y desde sus escaños se le enseñaron una gorra militar y otras insignias de la RDA.

El jefe del grupo parlamentario de la CDU, Mike Mohring, se mostró solo un poco más educado, aunque dejó claro que seguirá siendo «el peor adversario» de Ramelow.

Ahora los cristianodemócratas han de reorganizarse, por un lado, porque la pérdida del poder ha obligado a la exministro-presidente Christine Lieberknecht a dejar la presidencia del partido.

Por otro, la CDU ha de decidir si sigue excluyendo cualquier forma de cooperación con el AfD o no. La respuesta a esta pregunta no vendrá pronto porque los euroscépticos aún no se han consolidado ideológicamente.

No obstante, la CDU tampoco puede esperar eternamente porque el propio Mohring ha anunciado que el tripartito «no acabará la legislatura de cinco años».

Recelos del poder económico

La Economía e Industria regional ven con desconfianza el cambio político porque con la CDU les iba bien, mientras que Ramelow y sus socios se centran en temas sociales como que las guarderías deberían ser gratis.

En su contra no solo tienen a los partidos de la oposición, sino también una administración forjada en 25 años de la CDU en el gobierno y a la prensa.

El diario conservador «Frankfurter Allgemeine Zeitung» (FAZ) lanzó el dardo envenenado, comentando que Ramelow quiere ser «el socialdemócrata perfecto» pero que con Die Linke siempre se va a hallar cerca del «abismo de la imperfección». El diario estratégico de los poderes fácticos pone así el dedo en la llaga del partido izquierdista en cuyo seno sigue la pugna fratricida entre la corriente que representa Ramelow, que también quiere gobernar en Berlín junto con el SPD y los Verdes, y aquellos, como Oskar Lafontaine y Sahra Wagenknecht, que optan por una oposición radical hacia las posiciones socialdemócratas.

Dilema del SPD

Por su parte, el SPD se encuentra entre la espada y la pared. Por un lado tiene que «liberarse del arresto babilónico en el que nos tiene Merkel» dice un socialdemócrata en relación a la Gran Coalición que gobierna Alemania.

La primera versión de este bipartito dejó al SPD en mínimos históricos. Con los Verdes ya gobernó una legislatura y media (1998-2005) en Berlín, llevando Alemania a las guerras contra Yugoslavia y Afganistán bajo el paraguas de la OTAN.

Mientras que Die Linke rechace este tipo de intervenciones, entre otras cosas más, no se podrá repetir el modelo de Turingia a nivel nacional en las actuales circunstancias políticas.

Los Verdes, a su vez, utilizan Turingia para adquirir prestigio ejecutivo en una región donde se mueven casi siempre cerca del 5% de los votos. En Erfurt podrán experimentar cómo es gobernar con Die Linke porque en Hesse, otro land alemán, están en el gobierno con la CDU.

Todas estas deliberaciones muestran que el paisaje político de Alemania sigue en plena transformación, pero no solo en los hemiciclos, sino también en la calle. Ahí se está formando una nueva ultraderecha cuyas amenazas de muerte contra miembros del tripartito investiga la policía.

Se ubican en un clima parecido al anticomunismo de la Guerra Fría el cual es respaldado por el diario sensacionalista «Bild» con títulos como «En estos cuadros del PSUA se fía Ramelow».

Los capítulos olvidados de la memoria histórica

La película «La vida de los otros», galardonada con un Oscar, resume un aspecto que con el lenguaje del cine describe una parte de la realidad de la RDA, es decir, la vigilancia y represión de aquellas personas, consideradas «enemigas del socialismo». Responsable de estas víctimas, reconocidas oficialmente, es la Stasi, es decir el Ministerio para la Seguridad del Estado (MfS).

En el este alemán abundan los centros de documentación que informan sobre el aparato represivo de este organismo porque corresponde a la doctrina oficial que declara a la RDA un «Estado de injusticia».

Más difícil es encontrar informaciones desde la otra óptica, por ejemplo, de los comunistas, supervivientes del exterminio nazi, que en 1949 sí vieron atacados su estado y sus vidas por grupos derechistas, incluso nazis, que operaban al mando de los servicios secretos de la RFA y de EEUU.

Y con lupa hay que buscar las informaciones sobre aquellos comunistas germanooccidentales quienes después de la ilegalización del PC de Alemania (KPD) en 1956 fueron encarcelados y apartados de sus puestos de trabajo. No son considerados víctimas como los presos de la RDA.

Antes de jurar su cargo, el nuevo ministro-presidente de Turingia, Bodo Ramelow, anunció que se iba a investigar las injusticias que se han podido cometer en la RDA, también por parte del PSUA, así como aquellas otras en la RFA. I.N.

Obstáculos

El nuevo gobierno tiene en contra, además de los partidos de oposición, al poder económico regional, una administración forjada en 25 años de gobierno de la CDU y a la prensa.

Turingia, «estado libre» o una república en la República

En alemán la palabra que corresponde a «estado libre» es «Freistaat» y este término germano es sinónimo del extranjerismo «Republik» que viene del latín «res publica».

En la actualidad, de los 16 estados federales que componen la República Federal de Alemania, tres cuentan con la denominación «estado libre»: Sajonia, Baviera y Turingia.

Del título no se deriva ningún privilegio porque todos los estados federales que componen la República Federal tienen los mismos derechos y deberes ante un Estado que no se ha declarado expresamente indisoluble pero que tampoco aclara qué procedimiento habría que seguir si un land quisiera separarse. Su unidad se basa ahora en la voluntad de unión de sus integrantes y eso tiene que ver en parte con su historia.

En los tiempos del Imperio alemán, el emperador fue votado entre los reyes y duques.

Después de la abolición de la monarquía en 1918, los exreinos y ducados, casi una docena, contaban con el título de «estado libre» al ser «república» aunque el Estado seguía denominándose «Imperio Alemán».

El nazismo centralizó la estructura del Estado. Después de la guerra perdida, los aliados decretaron la disolución de Prusia como estado y la reconstrucción de Turingia como tal.

En 1952 el PSUA lo disolvió y dividió en tres distritos. El land de Turingia renació en 1990, después de la unificación alemana, y en 1994 aprobó su constitución definitiva que es la base legal del autogobierno de cada land, libre de decidir su destino. I.N.