Oskar Fernandez Garcia
Licenciado en Filosofía y Ciencias de la Educación

La absoluta vacuidad del discurso jeltzale

El mensaje de fin de año, expuesto por el lehendakari de vascongadas Iñigo Urkullu, hace unos días, no podía haber sido más tedioso, autocomplaciente, irrelevante, vacuo y anodino.

La falta absoluta de el más mínimo rigor de análisis sociopolítico, económico, laboral, medioambiental… junto con un estilo rayano en lo simplón y una prosa insulsa y obsesivamente reiterativa, con determinados sintagmas, convierten el mencionado mensaje –de 26 escuetos y banales párrafos– en un texto en absoluto dirigido, como pretende su portavoz, a esa «Euskadi global», sino más bien a todas las personas que, de una u otra forma, posibilitan los amplios y variados ámbitos de poder institucional, económico, territorial y social que tiene el partido jeltzale.

El mencionado texto revela con meridiana y absoluta rotundidad las verdaderas ideas, valores, proyectos, intenciones, deseos, creencias y anhelos a los que aspiran los cuadros dirigentes de esa formación política, de derechas, de convicciones católicas, neoliberal, autonomista a ultranza y por antonomasia.

La repetición del vocablo «Euskadi», bien como pueblo de los vascos o como país, se repite, increíblemente, hasta en 24 ocasiones, en un escrito cuya extensión no va más allá de dos escasas páginas. Un término que expresa, con meridiana claridad y énfasis, que sus aspiraciones y deseos no van más allá del ámbito territorial y administrativo relacionado exclusivamente con las tres provincias vascongadas.

Qué deplorable, lamentable y triste que no se haga ni la más mínima mención a Iparralde ni a Nafarroa, el antiguo reino soberano, que constituyó durante siglos el único estado soberano y libre que ha tenido el pueblo vasco.

Ni tan siquiera en esas fechas, en torno al solsticio de invierno, tan proclives para dejar que voluntades y deseos vuelen libremente en torno a aspiraciones y deseos, tan profundos y de un calado sociopolítico tan hondo, como es la reunificación de Euskal Herria y su independencia, de esos dos estados a ambos lados de los Pirineos, han posibilitado ni la más mínima consideración por parte de la cúspide rectora del PNV.

El texto está plagado y saturado de sustantivos que intrínsecamente conllevan un sentido positivo y deseable en su materialización, pero cuya única función es adornar, decorar y crear una armonía auditiva durante su lectura, sin tener realmente ni la más mínima intención de que se concreten en algo tangible.

Sustantivos y frases que se desvanecen y volatilizan una vez leías o escuchadas: «Hemos sentido de cerca las dificultades de muchas familias. Recibido y atendido demandas de ayuda y solidaridad». Seguidamente se jacta de su «modelo de desarrollo humano» y del «hondo sentido de la justicia social». «Nuestro deber humanitario significa prestar auxilio, sin dilación, a quien se encuentra en situación extrema de padecimiento, necesidad y emergenci»”. Están dispuestos también a «…asumir la responsabilidad en la defensa de los derechos humanos y la dignidad de las personas, de cada persona…»

Realmente los cuadros dirigentes de esa formación jeltzale ¿han sentido en sólo una ocasión las reales, dolorosas, crueles, terribles y mortíferas dificultades de las familias de los presos y presas vascas que, durante interminables décadas de inconmensurable sufrimiento, padecen por ser víctimas de una inhumana y sanguinaria política carcelaria de dispersión y alojamiento? ¿Qué solidaridad han manifestado y tenido con las familias y las personas presas que de manera injusta, cruel y vengativa permanecen alejadas cientos y cientos de kilómetros de sus respectivos entornos familiares, sociales y culturales? ¿Qué modelo de desarrollo humano y de justicia social pueden enarbolar cuando no se han movido ni un ápice en su postura de indiferencia, pasividad y claudicación ante el extenuante dolor y sufrimiento que padecen tantos presos vascos aquejados de graves e incurables enfermedades? ¿A quién van a prestar auxilio y qué defensa de los derechos humanos van a realizar cuando mantienen una insoportable pasividad extrema ante la cruel, inhumana y vejatoria condición de aislamiento total que padece, desde hace años y sistemáticamente, día tras día, Arantza Zulueta?

Unas condiciones carcelarias tan absolutamente retrogradas, vengativas y crueles que hunden sus raíces en las épocas más obscuras y terribles del medievo, como si el Humanismo, el Renacimiento, el Siglo de las Luces y la creación de la ONU y de Otros Organismos Internacionales fuesen una absoluta quimera y entelequia.

El texto se nutre del variado e intrínsecamente positivo vocabulario que utilizan con tanto empeño los políticos neoliberales y de derechas: «convivencia», «crecimiento sostenible», «diálogo social», «negociación», «acuerdos», «honestidad», «responsabilidad» Pero, ¿qué honestidad, responsabilidad, negociaciones, acuerdos y diálogo social se ha dado en el caso de la incineradora de Zubieta? Un proyecto de gestión y tratamiento de residuos urbanos absolutamente insostenible medio ambientalmente; económicamente un desastre absoluto para la ciudadania guipuzcoana; sanitariamente una aberración mayúscula, ya que somete a una población muy significativa de ese territorio a la continua y sistemática exposición de partículas altamente contaminantes y cancerígenas, convirtiéndose el aire que habrán de respirar en el origen y génesis de una gran variedad de dolencias, patologías y de terribles y letales enfermedades: «partos prematuros, abortos, malformaciones fetales, enfermedades cardiacas, respiratorias, renales, diversos cánceres, así como un aumento de la mortalidad. Todo ello puesto de relieve por diferentes estudios epidemiológicos, publicados en los últimos 10 años».

El dislate, el esperpento, en su máxima acepción, se produce en el momento que deciden denominar el execrable desatino que supone la incineradora, bajo la increíble y surrealista denominación de «Complejo Medioambiental de Gipuzkoa», dejando entrever diáfanamente la compleja connivencia con intereses espurios, capitalistas, depredadores y obscuros. Semejante nombre no tiene otra finalidad que la de intentar ocultar un proyecto, tan altamente contestado y rechazado desde muy diferentes ámbitos sociales: académicos -mediante estudios brillantes exhaustivos e irrefutables- sindicales, ecológicos, de salud pública, medioambientales,

¿Qué «modelo de desarrollo humano», «crecimiento sostenible» y «convivencia» se puede generar cuando se impulsan, se aceptan y se sostienen descomunales y faraónicas infraestructuras? Qué tipo de cohesión y vertebración social se puede erigir cuando se desarrollan insaciables -económica y medioambientalmente- medios de comunicación, como el tren de alta velocidad, cuya voracidad es similar a su velocidad engulliendo miles y miles de millones de euros, desvertebrando e impidiendo socialmente la cohesión de una pequeña población humana, asentada en un pequeño y geológicamente complicado territorio, generando una huella ecológica indeleble en la superficie y en el interior de esa comunidad autónoma.

¿A qué tipo de interés macroeconómicos, ocultos e innombrables responden semejantes decisiones a la hora de realizar unas infraestructuras, que ni siquiera los países europeos con mayor capacidad económica, industrial y tecnológica no implementan? ¿No hubiese sido muchísimo más lógico vertebrar todo ese territorio mediante un sistema ferroviario que aprovechase toda la red existente, complementándola donde fuese necesario en base a parámetros poblacionales, de cohesiones interurbanas, de sostenibilidad ambiental; y de una vez por todas impulsando decididamente el transporte público en detrimento del privado y por carretera?

La increíble y patológica autocomplaciencia de los cuadros dirigentes de la formación jeltzale les obnubila tan ciegamente que les impide discernir la palpable y tangible realidad, manteniéndoles en el mundo de las ensoñaciones.

El subsodicho lehendakari expone, sin el más mínimo rubor: «…sinceramente, creo que Euskadi va por el buen camino». Posteriormente añade: «…Compartimos el hondo sentido de la justicia social…» Qué buen camino puede ser ese por donde transitan los cadáveres de decenas de trabajadores fallecidos, mutilados, con enfermedades crónicas e incurables, adquiridas a través del ejercicio de su profesión; de mujeres asesinadas, vejadas, golpeadas, sometidas, aniquiladas, ensombrecidas, invisibilizadas y en muchas ocasiones aborrecidas y despreciadas; de jóvenes que no tienen forma ni esperanza de acceder al mercado laboral, y por lo tanto se les roba su presente y su futuro.

Qué hondo sentido de la justicia social pueden tener los que impulsan, sostienen, permiten y legislan la expansión imparable de la brecha social, salarial y humana en detrimento de las personas que forman el primer sustrato de la pirámide social, y en claro, meridiano y evidente beneficio de la cúspide de esa pirámide.

Más les valdría estar absolutamente callados y contritos.

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