Enric Vivanco Fontquerni

Sedes europeas

La insidiosa pregunta: ¿Cuánta certeza necesita el hombre para orientarse en el pensamiento? Se puede escoger la respuesta del franciscano Gilbert de Tournai, S XIII: «No encontraremos la verdad si nos contentamos con lo que ya se ha hallado». Los goliardos surgidos en la Edad Media, gracias a los centros urbanos, muy mal vistos por la oficialidad religiosa del momento, dejaron una obra poética muy interesante, y una fuente histórica rica en matices, acusaban al papado de: «Mi nombre es dinero». El escarmiento es imposible a través del pensamiento hegemónico actual, que impide saber: ¿Cuál es la verdad de las cosas?, como reclamaba en su momento santo Tomás, que ya hace bastante tiempo de ello y se sigue igual. La Comunidad Europea juega a sorteo sus sedes de ocio y de vida lasciva, que van escampando por la sufrida y contaminada geografía europea. Afortunadamente Barcelona se ha librado de esta plaga del medicamento, que mata la salud drogando a los humanos, gracias a la invención de patologías ridículas creadas por este lobby de mentes calenturientas que sólo consiguen alargar la vida a costa de trasformar a los humanos con vida, en somnolientos pacientes sentados en una silla de ruedas con su manta correspondiente. Es del todo divertido que los políticos se vayan tirando piedras entre ellos de quién es el culpable por haber perdido la sede, que por una vez los barceloneses hemos tenido la suerte de librarnos de semejantes majaderos de la salud. La industria farmacéutica es un grupo de presión cuyos directivos son portadores de una lógica que como muy bien decía el educador y diplomático inglés Juan de Salisbury, S XII: «La lógica por si sola es exangüe y estéril; no produce ningún fruto de pensamiento si no se concibe en otro lado».

Amén.

Atentamente,

Enric Vivanco Fontquerni

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