Ainhoa Güemes eta Zaloa Basabe Blog
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Hacia el Estado Vasco socialista y feminista (I). Saber discurrir sola en una pluralidad libertaria.

 

He vivido hoy el minuto de poder y de invulnerabilidad absolutos.

Yo era una colmena que echaba a volar hacia las fuentes de la altura

con toda su miel y todas sus abejas.

René Char

  

 

Por suerte, todo futuro dispone de una suerte de origen anárquico, es decir, libre de esencias fijas y cuya naturaleza es plural. Precisamente es esta pluralidad libertaria la que permite que el proceso de re-construcción comience. Y este nuevo comienzo, este eterno retorno (que en el sentido nietzscheano, no ha de llevarnos al mismo lugar del que partimos sino a un espacio de ruptura y de mayor autoafirmación); este intento incesante por confrontar unas experiencias con otras, unos hechos con otros, unos deseos con otros, es lo realmente productivo, y lo que hará que ese estado de cosas que estamos intentando ordenar adopte un carácter fuerte y duradero en el tiempo.

Cabe preguntarse, ¿es esta misma estabilidad, la durabilidad de nuestro producto lo que posibilita su fortaleza, o es la fortaleza la que hace posible una estabilidad duradera? ¿Para obtener cierta estabilidad será necesario el uso de cierta violencia contra la naturaleza e incluso contra las propias manos humanas que están construyendo dicho estado de cosas? Por otro lado, si consideramos que el proceso de fabricación está enteramente determinado por las categorías de medio y de fin, ¿de qué medios vamos a hacer uso para materializar nuestra obra?, ¿debiera ser un rasgo destacable del trabajo que ahora nos compete, cuyo inicio es esencialmente plural, el tener un fin ya determinado?, dicho de otra manera, ¿debiera adoptar nuestra acción política común, la re-construcción o re-creación de Euskal Herria, la forma definitiva de un Estado?

No olvidemos que cualquier acción tiene un final impredecible y hace aparecer lo inédito. En efecto, la acción se mide por ese gesto inicial anárquico y plural: actuar es inaugurar, fundar, hacer aparecer, añadir algo al mundo. Y la ley del mundo humano no ha de ser otra que la pluralidad. Para Hannah Arendt, la pluralidad no es idéntica a una simple alteridad; pluralidad tiene que ver con distinción, con lo que se muestra o no se muestra a través de la acción y del discurso. En la medida que pluralidad significa distinción, es posible la revelación de la individualidad, de la identidad en el medio público.

Sin dejar de lado la fuerza anárquica y espontánea propia del azar, sin olvidar que la vida política consiste en una ininterrumpida contienda de todos contra todos, sin pretender obviar que nuestras acciones, vinculadas a la necesidad de establecer límites, deben estar delimitadas por leyes, es decir, como viene a decir la politóloga Jule Goikoetxea, sin pedirle peras al olmo, probemos a ver qué sucede con este experimento que a todas luces se nos presenta como un escenario lleno de luz, a saber, la re-creación de un Estado Vasco socialista y feminista.

Una vez aceptado el reto, una vez aceptada mi condición de rata de laboratorio, me encuentro con la obligación (entendida como responsabilidad común) de contar, de relatar cómo imagino, cómo percibo esta obra que tenemos entre manos.

Porque no basta decir: ¡Estamos haciendo la revolución!, la revolución misma ha de pasar por tu cuerpo.

 

La materialización de los enunciados revolucionarios

Con los discursos (también con los enunciados revolucionarios) ocurre como con los objetos, que adquieren una esencia fantasmagórica que condiciona su valor de cambio, y de la otra cara, el discurso tendrá un determinado valor de uso material, a través del cual acogerá una u otra forma corpórea. El discurso, por lo tanto, juguetea con el azar y la errancia, y rebasa a quien lo elabora. Como diría Marx, el mismo elemento de pensamiento, es más, el elemento de la expresión del pensamiento, es decir, el lenguaje (y su función comunicativa que es una práctica material) es de naturaleza sensible, luego provoca, entre otras cosas, efectos y afectos adversos a los propios planteamientos de quien reflexiona y se expresa.

¿Cuáles son algunos de los elementos materiales de nuestro pensamiento crítico y potencialmente revolucionario, aquel que nos ha de guiar en la constitución de nuestro peculiar Estado? Como venimos diciendo, las luchas discursivas tienen todo que ver con la apropiación y con el control de los poderes del cuerpo. El objetivo es llegar a materializar una idea, una obra, en este caso, un Estado. Y además hacerlo, y esta es la novedad, apoyándonos en la teoría crítica feminista.

Así como para crear hay que prever y poder contener un alud de fuerza visionaria cegadora, para creer en aquello que supuestamente parece acontecer ante nuestros ojos, transformando nuestro territorio-cuerpo con virtuosidad; para fijar ese fugaz destello de un suceso histórico revolucionario, y desear contenerlo con todos los sentidos, aprehenderlo con el fin de aunar temporalmente su saber-placer, hay que poder ver que, efectivamente, dicho acontecimiento (en apariencia auténtico y revolucionario) responde a las demandas de nuestras pulsiones vitales y hace que los instintos y las facultades, tanto físicas como intelectuales, se expandan felizmente hacia regiones donde alcanzamos mayor perfección, ligereza, orgullo y lucidez. Sin duda, todo aquello que nos debilite físicamente será una piedra en el zapato. Marx define la verdadera productividad humana como el impulso para crear en libertad a partir de la necesidad inmediata.

La doctrina de la base y de la superestructura para el marxismo, es ese proceso en el que la contención sobre los poderes corporales canaliza radicalmente nuestra vida intelectual e institucional. Lo deseado en una revolución socialista y feminista sería vencer el síntoma neurótico y lograr que el cuerpo reprimido se manifieste ante aquellos que pueden interpretar los signos. Lo revolucionario como tal no sería otra cosa que lograr que cada individuo sea capaz de pensar críticamente. Porque hay mucho silencio y muchas voces ahogadas. Y cuando una piensa críticamente tiene que ser capaz de ponerse en contradicción consigo misma y con los demás. Como dijo Arendt en una entrevista, a finales de los 70, en su apartamento de Nueva York: “Si estoy hablando tranquilamente delante de esta cámara, es porque todavía no me han dominado; me estoy permitiendo a mi misma seguir pensando críticamente. Todo el mundo es capaz de pensar críticamente (luego todo el mundo podría expresarse libremente) pero es muy raro que la gente lo haga. Eso me preocupa, saber cómo hacer que la gente piense críticamente”.

Según Eagleton “el lenguaje, en este sentido, es el mismo paradigma de la historicidad humana, en tanto que es un sistema cuya peculiaridad se cifra en posibilitar situaciones susceptibles de transgredir su propia estructura formal”. No olvidemos que el proceso de empoderamiento y de acumulación de poder a través de la palabra hablada o escrita, que requiere de una fuerza ingente, requiere también saber hacer un buen uso de los recursos y técnicas que hemos ido adquiriendo gracias a la imposición de esa fuerza afirmativa tan propia del dominio del lenguaje. Fuerza que en su origen ha sido abanderada por esa voluntad de querer llegar a ser una persona libre, en un pueblo de gente libre. Individuos que se atreven a pensar por sí mismos en una comunidad en la que se han de valorar positivamente las diferencias, los diferentes modos de pensar algo o pensar en algo.

 

El acceso al conocimiento: apariencias y disfraces

Dejemos por ahora de lado al animal lingüísticamente comunicativo que necesita y de hecho  puede expresarse libremente y pensemos en experiencias previas que tienen más que ver con el acceso directo al conocimiento, ya que para comunicar un hecho con cierto rigor y veracidad primero hay que haberlo percibido y vivido. La percepción sensible para Marx es antes que nada la estructura constitutiva de la práctica humana.

Sabemos por experiencia que acceder al conocimiento, sumergirse en aquello que una sociedad o una época concreta quiere ocultar o negar, es terriblemente costoso, se paga un alto precio por ello. El conocimiento es obsesivo, terco, produce dolor, no conoce la piedad, y evita mostrarse si no es por medio de las apariencias y los disfraces. Quien se haya atrevido a entrar en el laberinto del conocimiento, al menos sabe que salir indemne de allí es lo más improbable. Si una entra sola, porque le han crecido las alas y se apresura con determinación a emprender el vuelo, su valentía será vista por otros como un suicidio, un peligro a evitar; si a pesar del juicio ajeno (de la cobardía de quienes se quedan en el umbral) una sigue avanzando, lo más probable es que sea la cordura lo primero que pierda.

Es cierto, esta aventura no es nada alentadora. Lo bueno siempre viene después.

Si una entra en el laberinto del conocimiento de la mano de alguien, lo más probable es que tropiece a cada paso, tropezando en los errores ajenos. Entres por donde entres, y entres con quien entres, el riesgo es absoluto, y los compañeros de travesía están igual de perdidos que tú. Hay que ser muy valiente para recorrer todas sus salas y deambular casi a ciegas buscando un atisbo de lucidez en sus numerosas estancias. A pesar del agudo dolor y del incesante peligro, es el viaje más increíble y placentero que una puede hacer en la vida. Para ello, hay que aprender a errar y a caminar un buen tramo sola, sí, en soledad.

Saber crear en libertad y pensar críticamente tiene todo que ver con atreverse a comenzar algo sola. Esto no significa que el hecho de atrevernos a acceder al laberinto del conocimiento nos aleje irremediablemente de la compañía vital de los otros. Las estructuras de la experiencia humana no son fácilmente identificables y requieren de indagaciones pacientes y sensibles. La experiencia individual nos concede un acceso al mundo común. Una vez atisbemos el mundo común podremos llegar a comunicarnos en términos de nuestros más recientes temores, deseos y experiencias. Pero antes que la comunicación es la indagación.

Lo primero que habría que explicar a las nuevas generaciones de feministas abertzales potencialmente creadoras/es, visionarias/os y revolucionarias/os, es que para acceder al conocimiento, para llegar a saber, el cuerpo de uno mismo ha de quedar arruinado. Y efectivamente, como apuntaba Foucault, “el querer-saber no nos acerca a una verdad universal; no nos da un exacto y sereno dominio de la naturaleza; al contrario, no cesa de multiplicar los riesgos; en todas partes hace crecer los peligros”. Porque “el saber implica un empeño cada vez más grande, y la violencia instintiva se acelera y crece en él”. Por esta razón, no debiéramos conformarnos, ni debiéramos animar a otras personas a que se con-formen con la estúpida sensación (esa especie de felicidad tan efímera como ignorante) que provoca en nuestro organismo la recurrente difusión de un estribillo panfletario recién aprendido. Un estribillo se puede fácilmente aprender y repetir, pero ni nos va a liberar ni nos va a capacitar para construir ese estado de cosas que queremos construir.

Pero, ¿a dónde quiero llegar? Intento explicar que si realmente queremos crear o constituir algo, por ejemplo, un Estado Vasco feminista y socialista, además de atrevernos a nombrarlo con fuerza sonora, necesitamos adquirir una forma de conocimiento que pueda examinar los presupuestos materiales de las diferentes relaciones sensibles que cada una y cada uno de nosotros mantenemos con esa idea o estado de cosas. Tendríamos que saber cuál es el grado de satisfacción que experimentamos cuando reflexionamos sobre este posible estado de cosas, si la lucha por su consecución nos resulta más o menos placentera, o si por el contrario asistimos con hastío al mismo ideario o a las mismas relaciones humanas de las que intentábamos escapar.

En este proceso de empoderamiento individual y re-constitución de lo común, la diversidad y pluralidad de voces y de cuerpos (femeninos, masculinos, transgénero o transexuales) no ha de ser equivalente al mero pluralismo político de las democracias representativas, y tampoco debiera ser competencia de un único grupo de presión formado por personas afines, ya que la función de los individuos diferenciados en el ámbito público habrá de iluminar los sucesos, proporcionando un espacio de apariencias, un espacio de visibilidad, en que todas las voces y todos los cuerpos puedan ser vistos y oídos; esos cuerpos precisamente habrán de revelar mediante la palabra y la acción quiénes son o en qué desean convertirse. No serán necesarias relaciones que supongan la fusión, luego será positivo evitar por todos los medios cualquier intento de construcción de los cuerpos políticos sobre el modelo de parentesco, de la cuadrilla, de la manada o de la familia, porque en todos esos modelos los muchos diversos quedan reducidos a uno, y ese uno suele ser profundamente excluyente.

Para Arendt, la condición indispensable de la política es la irreductible pluralidad. Si bien es cierto que la esfera pública ha de caracterizarse por la igualdad, sin embargo, las leyes a favor de la igualdad no debieran cumplir aquí la función de reducir lo diverso a lo idéntico e invariable, sino que debieran autorizar la posibilidad de las palabras y de las acciones. Y esta posibilidad de narrar, de elaborar un discurso, dependerá siempre de la autoexhibición y de la consistencia del acto de dar cuenta de una misma: el yo no puede ser definido pero sí relatado. Arendt entiende que para el sujeto no hay conocimiento inmediato de sí, sino continuas re-apropiaciones por medio del relato.

Seamos todo lo coherentes que podamos. La historia de las feministas abertzales, de cada una y cada uno de nosotros, ha de contener el conocimiento diferencial de las energías y de las debilidades, de las cumbres y de los hundimientos, de los venenos y los contravenenos. Y esa historia (teniendo en cuenta que hasta anteayer la necesidad de resistencia ha dificultado el trabajo de creación y re-construcción) aún tenemos que acabar de narrarla, aún queda mucho que contar y hacer comprender. Hace apenas tres años, enfrentadas a la adversidad, intentábamos entender qué significa querer constituirse en sujeto político feminista, y lo hacíamos en esta misma tribuna. Y en solo tres o como mucho cinco, pretendemos recrear aquellos conceptos y figuraciones, confeccionar aquellas técnicas, acordar las estrategias que nos permitan al mismo tiempo que teorizamos, visualizar y levantar los pilares de lo que será el futuro Estado Vasco feminista y socialista.

De acuerdo, hagámoslo, aceptemos el reto, pero siendo plenamente conscientes de que vamos a vivir momentos de poder y de vulnerabilidad absolutos, y que serán nuestras manos las que contengan y propulsen hacia las alturas, como en el verso de Char, una preciada colmena con toda su miel y todas sus abejas.

 

Ainhoa Güemes

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