Mikel CHAMIZO
DONOSTIA
Elkarrizketa
TXEMI ETXEBARRIA
DIRECTOR DE BANDA

«Las bandas son vitales para sostener la riqueza cultural de los pueblos»

Aunque comenzó su andadura en la música como trompista y compositor, Txemi Etxebarria ha terminado convirtiéndose en uno de los directores de banda más destacados de los Países Bajos. Tras ganar en 2013 con la Banda de Maastricht, Etxebarria ha sido el encargado de inaugurar la nueva edición del World Music Championship al frente de su Banda Sint Aemiliaan y la Orquesta del Sur de Holanda.

Hace varias semanas el director bergarés Txemi Etxebarria subió al podio para guiar a la Orquesta del Sur de Holanda y a una banda de más de cien músicos en la inauguración del World Music Championship de Kerkrade, una de las competiciones de bandas más prestigiosas del mundo que se celebra cada cuatro años.

 

La vida le ha llevado de Euskal Herria a Holanda. ¿Cómo fueron sus primeros pasos en el mundo de la música?

Nací en Arrasate pero pronto mi familia se trasladó a Bergara. Mi padre toca la guitarra y la armónica y fue con este instrumento tan intuitivo con el que primero empecé a trastear. Con cinco años me regalaron un pequeño teclado Casio y con él hacer música se convirtió en algo más que un juego. Un año después entré en la escuela de música de Bergara para estudiar trompa, solfeo y armonía. Tuve suerte de vivir en Bergara, porque es un pueblo que tiene una banda muy grande y de mucho nivel, además de una orquesta y coros. Se organizaban espectáculos musicales muy ambiciosos organizados por Valen Moñux y participando en ellos me fui metiendo en serio en el mundo de la música.

 

Después llegaron Bilbo y Holanda.

Sí, en Bilbo estudié la carrera de técnico medioambiental mientras proseguía mis estudios en el conservatorio. Sin embargo, cuando terminé el grado superior de trompa me di cuenta de que algo estaba fallando. La embocadura, los músculos de mis labios, se habían resentido por el estrés del último curso y la falta de una buena base técnica, y llegó el momento en que tuve que dejar de tocar. Fue una época muy dura, pero gracias a un amigo contacté con un profesor en Maastricht que era especialista en este tipo de problemas. Con él tuve que empezar desde cero pero, una vez corregí mi técnica, adquirí una base muy fuerte y avancé a pasos agigantados. 

 

Además de la trompa, estudió también composición y dirección.

Fue de una forma un poco inesperada. Cuando ya llevaba un tiempo en Holanda conocí al compositor Jef Penders, profesor de Ferrer Ferrán, uno de los grandes compositores para banda españoles. Penders tenía 70 años y estaba retirado, pero había estado viviendo durante veinte años en Valencia y cuando me conoció se empeñó en enseñarme composición. Al principio yo no tenía especial interés, pero finalmente me picó y pasé cuatro años yendo a la residencia de ancianos en la que vivía Penders para recibir sus clases. Después decidí agrandar el conocimiento de la música estudiando dirección de orquesta, primero en Maastricht y después en Amberes. Comencé dirigiendo grupos pequeños y actualmente dirijo ya algunas bandas y el coro de la Ópera de Maastricht.

 

Parece que últimamente se ha centrado por completo en la dirección.

Ahora mismo es lo que más pesa, pero sigo tocando en un quinteto profesional y en un grupo de cabaret, una historia completamente diferente que también me aporta mucho. Componer lo hago un poco menos, aunque tengo en cartera algún proyecto para orquestar mis composiciones para piano. 

 

El de las bandas es un mundo enorme pero poco prominente dentro del circuito clásico. ¿Cómo llegó a internarse en él?

De nuevo por casualidad, pues la región donde vivo en Holanda, la provincia de Limburg, es el equivalente a Valencia en el Estado español. Aquí las bandas son una institución y todos los pueblos, hasta los más pequeños, tienen bandas enormes y de un nivel increíble. Para mí, como trompista, fue completamente natural acercarme a ellas. Y, si bien es cierto que las bandas se consideran casi como algo secundario dentro de la música clásica, hace poco leí un artículo de Juanjo Ocón en el que hablaba precisamente de esto y hacía un alegato de las bandas. Son, por ejemplo, las que tocan más música contemporánea, compuesta en los últimos 20 años, que las orquestas casi no interpretan. También las que mantienen vivo el legado de la música tradicional, muy importante para sostener la riqueza cultural de los pueblos. Y además son el entrenamiento de músicos de gran talento: cuando llegué y me puse a tocar en bandas de aquí, me encontré con gente amateur que tocaba la trompa incluso mejor que yo.

 

El 6 de julio dirigió la inauguración de una de las competiciones de bandas más importantes del mundo. ¿Qué supone este logro para su carrera?

El World Music Championship es un escaparate ideal para presentarte frente a directores y mánagers de todo el mundo, tanto de bandas como de orquestas. Subirme al frente de una banda de más de cien músicos, así como de la Orquesta del Sur de Holanda, fue una responsabilidad increíble pero también una oportunidad que pude disfrutar al máximo.

 

Dirigió en la misma noche una banda y una orquesta. ¿Qué diferencias hay entre hacer música con una u otra?

Al principio yo pensaba que dirigir es dirigir, independientemente de qué agrupación se trate, pero la realidad es que la gesticulación es muy diferente. En la orquesta, los instrumentos de cuerda tienen posibilidades enormes de color y matiz tímbrico, y como director tienes que saber extraer con tu gesto todo ese detalle. La cuerda tampoco es tan inmediata en la producción del sonido como los vientos, necesitan más tiempo para atacar la nota desde el instante en que les das la entrada. Como estas, hay otras muchas pequeñas diferencias.

 

Sabemos que hay una gran cultura de bandas en los Estados Unidos, donde están institucionalizadas. ¿Ocurre lo mismo en Europa? ¿Se reconoce la función de la bandas y se les dedica suficientes recursos?

Yo creo que esa consciencia está surgiendo cada vez más. En Holanda, como ya he comentado, las bandas son una parte muy importante de la cultura musical del país. En Alemania, en los últimos años, también están protagonizando un boom y les dedican mucho dinero. Si visitas Alemania con una banda que sea medianamente buena, tienes asegurado el lleno de la sala. También existen las brass bands, o fanfarrias, muy exitosas en el Reino Unido. No falta cultura de bandas en Europa.

 

¿Cuál es su situación en Euskal Herria?

En Euskal Herria hay también muy buenas bandas municipales. La de Bergara, por ejemplo, es una de las de mayor tradición y además se preocupa por invitar a directores y solistas de gran calidad. Son también destacables las de Deba, Elgoibar o Barakaldo, entre otras. El año pasado mi banda holandesa hizo un intercambio con la banda de Lekeitio, una banda pequeña pero con gente joven muy preparada. Cuando actuaron aquí, la gente se quedó perpleja por el gran nivel que tenían.

 

¿Y en las capitales?

La Banda de Bilbo siempre ha sido considerada una de las mejores de España y creo que sigue manteniendo ese nivel. La gran decepción es que Donostia no tenga una banda propia. Pensaba que durante el 2016, con la Capitalidad Cultural, se aprovecharía para crear por fin una banda, pero se dejó pasar la oportunidad. Teniendo un conservatorio del nivel de Musikene, con tantos estudiantes que salen del mismo sin un futuro laboral claro, una banda de San Sebastián o de Gipuzkoa podría dar cabida a esas remesas de instrumentistas. Y además sería una banda de calidad espectacular.

 

¿Y usted, sigue manteniendo algún contacto con la vida musical vasca?

En la medida de los posible, sí. Hace cinco años pude dirigir en el Kursaal y en el Baluarte en Iruñea. Participé también en un proyecto en Bergara para rescatar la primera ópera vasca, “Mozkorra parregarri” de Xabier de Munibe, preparando al grupo instrumental en los ensayos y arreglando los fragmentos musicales. Me ilusiona la idea de poder dirigir bandas u orquestas en mi tierra.