Txomin PITARKE
bilbo
Gargantua

¡Juan mari, que no me aguanto más!

Grandiosa está siendo Aste Nagusia, ahora solo hace falta que ningún cafre nos fastidie la fiesta. Por mi dilatada experiencia, puedo asegurar que tenemos cierto poder de atracción hacia personajes poco recomendables, capaces de aguarnos la juerga cuando estamos en pleno frenesí. Las calles están a rebosar y hasta el sol, ese que venimos echando de menos este verano, parece dispuesto a acompañarnos. Se lo agradecemos, aunque advierto que no está de más bajar al Arenal con una sudadera porque de madrugada refresca y luego no podemos entonar nuestro cancionero popular.

La noche es territorio en el que uno, a pesar de los años transcurridos, puede sorprenderse y mucho. El dicho popular dice que de noche todos los gatos son pardos. No lo pondré en duda. Lo que sí detecto son especímenes humanos cuyos bailes nocturnos, alimentados por el kalimotxo, son muy difíciles de explicar y todavía más de calificar. Las paradas nupciales de otros animales resultan más vistosas. También los hay que no ven más que enemigos y pobre de tí si topas con él o te cruzas en su ángulo visual.

Yo lo achaco a la ingesta desmedida de brebajes con la intención manifiesta de pillársela, sin descartar que vengan derivada del consumo de sustancias de otra índole o simplemente que están pasados de rosca, con lo que el asunto debe derivar a un especialista en salud mental. Soy profano y por eso, no me complico la vida y lo atribuyo a una castaña de toda la vida.

Otra derivada de beber como cosacos es que las ganas de mear aumentan exponencialmente a la ingesta de katxis de cerveza y kalimotxo. Si estás en un local, toca esperar a la cola, pero si te encuentras en la calle, la cosa se complica.

Todos los años el Ayuntamiento nos informa de los servicios de toda índole que se despliegan en fiestas. Pongo en duda que se instalen los suficientes váteres para el número de personas que disfrutan de Aste Nagusia.

No veo váteres portátiles en lugares donde antes los había y cada vez más, y esto no se circunscribe al Arenal. Veo a más personas refugiándose entre dos contenedores para miccionar y otros que no se ocultan. Luego hablamos de «guarros» pero si te aprieta, o te meas o tratas de resolver la urgencia cómo sea. Es un clásico de todas las fiestas, con reflejo en los medios de comunicación, que estimo tiene fácil solución, al margen de pedir un poco más de «civismo» al personal.

Lanzo desde aquí una llamada urgente al alcalde: «Juan Mari, haz algo para resolver esta cuestión capital. Queremos donde poder mear en condiciones».