Pablo CABEZA
BILBO
Elkarrizketa
MIGEL ZEBERIO ETXETXIPIA
DIRECTOR DE ET INCARNATUS ORKESTRA

«Et Incarnatus es un milagro que renace con cada nuevo proyecto»

Migel Zeberio lleva gran parte de su vida dedicado a la música mediante diferentes estudios de formación, dirección de coros y de Et Incarnatus Orkestra, proyecto vanguardista y soñador creado en Tolosa, su lugar de nacimiento. EIO es actualidad por la publicación del disco «Txorieri an d’voeil» y el concierto de hoy en Zarate junto a Alex Sardui, Petti, Izaro, Gorka Sarriegi y Niko Etxart.

Desde hace más de una larga década, Et Incarnatus Orkestra celebra el solsticio del verano en plena naturaleza, un concierto peculiar en el que la orquesta mimetiza sus sonidos con el viento, los aromas, la madera, las plantas, los rebaños... Un acto sensible que, con el paso del tiempo, deriva en el reciente disco “Txorieri an d’voeil”, grabado junto al pianista alsaciano Françoise Rosse y el zuberotarra Mixel Etxekopar, especialista en todo tipo de flautas arcanas y algún instrumento de cuerda, y en el proyecto Azken Muga, que mañana celebra en el collado de Zarate (Tolosa) un concierto donde EIO da soporte instrumental a canciones de músicos tan contrastados como Alex Sardui (Gatibu), Petti, Izaro, Gorka Sarriegi (ex-Sorotan Bele) y el veterano Niko Etxart. Juantxo Zeberio ofrecerá dos instrumentales, entrada y salida del encuentro. El concierto se celebra hoy a partir de las 12.30 y si hiciese malo se trasladaría a la iglesia de Arribe. Cada cantante interpreta cuatro canciones, entre propias y adaptaciones.

EIO es una orquesta de vanguardia, improvisación, caminos abstractos, cámara, barroco... Pero también, y como se muestra en el variado “Txorieri an d’voeil”, puede sonar al estilo de una orquesta sinfónica “amigable”.

Su capacidad interpretativa le ha permitido compartir experiencias en discos de Imanol, G. Tejada, T. Garcés, M. Erentxun, B. Lertxundi, I. Salvador, G. Benitez, La Buena Vida, A. Unzu, J. Muguruza, M. Paulo, Oskorri, B. Mendizabal, E. Elorrieta… Cabe asimismo resaltar el acompañamiento al excelente saxofonista Phil Woods en los festivales de jazz de Donostia y Barcelona de 2005 y con Antony & the Johnston en 2013. Como puede percibirse, EIO es capaz de implicarse en diferentes terrenos gracias al versátil perfil que posee aún dentro de la música culta.

Discográficamente EIO debuta en 2005 con “Troika”, al que siguen dilatados en el tiempo “San Fermin”, “Erkki Pohjola in Memorian”, “Troika 2” (DVD) y el actual “Txoriei an d’evoil”, álbum donde la naturaleza con el sonido de los pájaros, el tacto de la niebla, el aire que lo curte, el sol que crea las sombras..., se mezcla con la xirula y otros instrumentos de viento naturales del músico y bertsolari Mixel Etxekopar, que aporta un toque bucólico y en ocasiones labrado en la tradición y las nieblas que recorren campas y bosques, más el piano de Françoise Rosse, tan inquieto como templado, y EIO, que aporta una gran variedad de matices bajo la dinámica e impecable dirección de Migel Zeberio.

Hay canciones de 15 y 16 minutos (“Eskuaren txoria”, “Onirika”), tiempo de improvisación, de evocaciones y flujos sensoriales, pero también composiciones de cuatro, ocho o cinco minutos más directas. Hay momentos muy sinfónicos, otros abstractos, divorcios contemporáneos. Todo lo une la belleza, el embeberse. Asimismo predominan los ambientes fílmicos (como “Afrika”, arrolladora, envolvente, pegadiza o el propio bonus track). Por estas y otras circunstancias, cuesta entender por qué EIO no ha suscitado la atención de directores de películas con amplia distribución o cómo los organizadores de festivales no se han percatado de que este proyecto llamaría la atención de cualquier audiencia, más aún con su ductilidad, aun sin concesiones.

Su entorno familiar es muy musical..., ¿se debe en principio a los aitas que les cultivaron adecuadamente?

Es verdad, en casa el vínculo con la música y en general con el arte ha sido muy estrecho. Un ambiente en el que el trasiego de personas era muy intenso. Gentes de aquí y de allá y, entre otros músicos, escritores..., se sentaban a la mesa o incluso se quedaban a dormir. Todo esto te abre a otros mundos incentivando la curiosidad. Asimismo, el hábito de acudir a un sinfín de eventos, tanto en el mismo Tolosa o fuera, como el hecho de tener a mano una nutrida biblioteca y una fonoteca que funcionaba a diario, pues algo va quedando. De seis hermanos cuatro acabamos dedicándonos a la música.

¿Qué es lo primero que estudia y cómo evoluciona?

En Tolosa, la tradición de los maestros de capilla había decaído, pero la banda y la escuela de música estaban dirigidas por aquellos directores de carrera valencianos. El nuestro era José María Ruiz Bona, con el que comencé a los seis años. Aunque a esa edad mis conocimientos del castellano eran nulos, aquello era un bonito e interesante juego que duró hasta los trece. Era fácil llevarlo. Lo surrealista venía con la llegada del final de curso, cuando había que presentarse a los exámenes del Conservatorio de Donostia. Unos tribunales que nada tenían de pedagógico en los que la teoría de la música en castellano era como el chino para nosotros, en los que se leían las listas de los alumnos como si de reos al paredón e íbamos pasando a golpe de campanilla. Lo más visitado de aquel edificio decadente, que desgraciadamente todavía funciona, eran los váteres. Era nuestra manera de irnos forjando…

¿Las corales son su primer contacto profesional? ¿Le influye la tradición de Tolosa?

A los catorce años me organizo un coro para salir en navidades con gente de la ikastola y a partir de entonces aquí sigo. Mi afición la convierto en profesión. Por supuesto, la influencia del Certamen de Coros de Tolosa es primordial. Mi padre era el secretario del jurado y algunos de mis tíos pilares importantes de la organización. Nuestra casa era parte del entramado en aquel tiempo de gran militancia cultural. Sobremesas, descansos de las sesiones corales, se convertían en improvisadas reuniones en las que se debatían temas importantes o incluso se convertía en hostal de muchos jurados e invitados. Personas de diferentes procedencias, muchas de ellas relevantes en el mundo musical, nos eran familiares y con muchas de ellas mantenemos una estrecha amistad. Más adelante algunos de estos amigos se convirtieron en profesores. Cabe destacar la estrecha relación que tuve con Miguel Amantegi, gran profesor, como alumno del conservatorio. También tuve la suerte de ser alumno de J.A. Sainz Alfaro y junto a otros profesores como Maite Esteban en el piano o Francisco Escudero en la escritura. Con unos y con otros fui haciendo camino.

¿Continúa siendo profesor del Conservatorio Jesús Guridi de Gasteiz o es mucho trabajo?

Llevo unos 20 años de interino. Comencé impartiendo la clase de coral y después me ofrecieron el magisterio del txistu. Es la manera de asegurarse los garbanzos. Me pilla algo lejos de Hondarribia, donde vivo, pero trabajo rodeado de un grupo humano de gran calidad y esto lo compensa. La docencia es un buen modo de seguir aprendiendo de tus alumnos, a los que intento profesar un gran respeto, son seres permeables y representan el futuro.

Tuve la suerte de tener una profesora de pedagogía musical en el conservatorio de gran conocimiento, Lutxi Mancisidor. El concepto de profesor que imparte justicia premiando o penalizando no me atrae, los alumnos saben autoevaluarse perfectamente, bastante tengo con darles herramientas para que desarrollen sus aptitudes.

Ha dirigido más de una docena de corales, pero ¿qué significa la experiencia EIO?

Creo Et Incarnatus Orkestra en 1996, siendo Maestro de Capilla de Santa Mª de Tolosa, donde por primera vez tengo contacto con formaciones instrumentales. Con el motivo del centenario de la muerte del gran Felipe Gorriti y con la necesidad de disponer de una orquesta más amplia y experimentada, formé la orquesta Et Incarnatus. Desde entonces sigue siendo un milagro que renace con cada nuevo proyecto. Aunque cara al público los que dan la imagen son los músicos, habitualmente unos 16, a veces llega a contar con 25 o 45. Tras este grupo, existe y trabaja un entramado variopinto formado por gente extraordinaria: arreglistas, compositores, cantantes e invitados varios, técnicos, grabadores, escritores, diseñadores, abogados, escenógrafos, fotógrafos, iluminadores, el equipo de trabajo de los solsticios... Hasta la ama que siempre tiene el “hostal” abierto a todo el que aterriza. Sin ellos el proyecto Et Incarnatus nunca habría podido funcionar. Una extensa y fabulosa lista de gentes que normalmente están dispuestos para la faena a cambio de poco o nada, económicamente hablando.