La maternidad como quimera
Uno de los muchos chistes que conciernen a la nación albiceleste es aquel que nos habla de sus orígenes. En él, el gracioso de turno afirma que si bien los mexicanos descienden de los aztecas, los argentinos descienden del barco. Una ocurrencia cuya inspiración la determina, al fin y al cabo, el grado de susceptibilidad del receptor. Como todo en esta vida, vaya. La distancia entre el observador y el observado, marca la diferencia.
Y cuando la 65ª edición del Festival de Donostia andaba más deprimida, apareció Bárbara Lennie y todo cambió. Respiramos, respiró y, en efecto, mejoró la perspectiva del asunto. Diego Lerman volvió a dar lustre a la Competición por la Concha de Oro con “Una especie de familia”, perfecta condensación del cine que lleva pregonando desde hará ya quince años.
La protagonista de la historia es, como ya se ha insinuado, la mejor actriz española del momento, solo que para la ocasión la mujer habla con un acento argentino que al salir de la sala nos obliga a repasar su biografía. Y sí, Bárbara Lennie, de ascendencia argentina, resulta que pasó su infancia entre aquí y allí... quién sabe si compaginando un concepto con el otro a través de aviones o barcos.
El caso es que en esta ocasión, la actriz se pone en la piel de una doctora bonaerense en constante y angustioso debate interno: ¿Imponerse-a o dejarse vencer-por el mundo? El motivo de dicha pregunta existencial es, a la vez, su causa y su consecuencia. Al final del camino, se supone, aguarda un bebé. Un ser surgido del vientre de otra madre (de otra nacionalidad), dispuesta esta a ceder todos sus derechos y obligaciones biológicas a cambio, claro está, de una generosa suma de dinero.
El negocio de marras, turbio y moralmente cuestionable, es el punto de partida de un drama íntimo que, como cabía esperar (sabiendo quién está moviendo los hilos) se eleva gracias a su potentísima carga alegórica. Lerman vuelve a hacer de la tragedia humana la vía de escape perfecta para incidir con acierto en el cine de género. Como sucedía en “Refugiado”, su anterior trabajo, en el que la violencia machista degeneraba, cómo no, en una de las mejores cintas de terror de los últimos años.
En “Una especie de familia”, el propio título ya empieza a darnos pistas de por dónde irán los tiros. No preguntes de dónde o de quién desciende el mocoso. La promesa de la maternidad se va descubriendo como una desgarradora quimera. Como una meta que no existe, pues esta se aleja cuando parece que va a ser alcanzada. Bárbara Lennie pone cara al sufrimiento, y claro, nosotros sufrimos con ella. Diego Lerman, por su parte, se luce primero en la técnica, y después, y sobre todo, en la gestión, casi perfecta, de la tensión y el nervio de un relato que nos invita a jugar con la distancia. En otras palabras, a interpretar sin que nadie lo haga por nosotros.