Alberto Cereijo
Delegado en Araba de la Coordinadora de ONG de Desarrollo de Euskadi

La delgada línea entre los derechos y los privilegios

Por primera vez en la historia 2015 ha sido elegido como el año europeo del desarrollo. Es el año en el que la Unión Europea reforzará, previsiblemente, su apuesta para alcanzar el 0,7%. Es el año en el que la comunidad internacional decidirá cuál será el futuro marco mundial para la erradicación de la pobreza.

Esto es posible gracias al compromiso solidario de la ciudadanía, especialmente en el Estado español, donde, según el último Eurobarómetro, 9 de cada 10 personas creen que la política de cooperación al desarrollo es importante por razones de justicia, solidaridad y respeto a los derechos humanos. Y, no menos importante, porque considera que contribuye a la construcción de un mundo más pacífico y equitativo y porque influye de manera positiva en la propia ciudadanía europea.

Sin embargo, en las antípodas de lo que marca el contexto europeo, el gobierno del Ayuntamiento de Vitoria-Gasteiz ha optado por un discurso y unos hechos sustentados en la xenofobia, el racismo y los privilegios que fomentan la inestabilidad y la inseguridad, que incitan al enfrentamiento entre personas, comunidades y culturas; y que desgastan los hilos que hilvanan nuestra convivencia.

La cooperación al desarrollo, la solidaridad en general, ha sido una de las banderas de esta ciudad. En este año europeo del desarrollo Vitoria-Gasteiz tenía una ocasión inmejorable para que en Europa nos situasen en el mapa. Éste va a ser un año en el que se van a visibilizar buenas prácticas de políticas públicas de cooperación al desarrollo. Y Vitoria-Gasteiz era un referente en políticas públicas de cooperación al desarrollo descentralizada. Pero con las decisiones unilaterales de nuestro gobierno municipal lo mejor que podemos hacer es permanecer mudos y esconder nuestras vergüenzas. Eso, o hacer otra tortilla “chachi piruli” mientras bailamos y palmeamos. Qué mejor forma de promocionar nuestra ciudad. Mucho mejor eso que asociar Vitoria-Gasteiz con valores positivos que proyectan una ciudad acogedora e inclusiva. Algo que, por cierto, tendría retornos, no nos cansaremos de decirlo.

La estrategia de este gobierno es electoralista, aunque va mucho más allá y se sustenta firmemente en sus principios políticos y en los de su partido. Lo que dice y hace en aquí, lo hemos visto también en Madrid y en otros lugares donde gobierna. Es una estrategia encaminada a dilapidar el Estado del Bienestar y a sustituir derechos por privilegios.

Cuando el alcalde afirma con orgullo que en primer lugar “los de casa”, se carga de un plumazo uno de los principios fundamentales en los que se asientan los derechos humanos: su universalidad. Los derechos humanos o lo son para todas las personas o no lo son. Cuando alguien decide quién tiene acceso prioritario a esos derechos (por ser de aquí, por ser rubio con ojos azules o cualquier otra ocurrencia bien amarrada a las vísceras), los derechos dejan de serlo y se convierten en privilegios que son otorgados por la graciosa voluntad de alguien que, de la misma forma, puede retirarlos.

Nuestro alcalde, su gobierno municipal y su partido están transformando una sociedad de derechos en una sociedad de privilegios. Y no hace falta decir que los privilegios suelen recaer casi siempre en las mismas personas, que no son precisamente las más vulnerables. Los titulares de la prensa se encargan de recordárnoslo día a día: de derechos no, pero de privilegios el Partido Popular nos puede dar varias lecciones. Algunas se imparten desde la cárcel.

Todas las medidas propuestas y ejecutadas por este partido que nos gobierna van en la misma dirección: liquidan la cooperación al desarrollo, catapultan los derechos de las personas trabajadoras, deterioran la calidad de la educación pública, limitan los derechos civiles con leyes que criminalizan la protesta ciudadana y a las personas en riesgo de exclusión social mientras suavizan las sanciones contra los delitos económicos de “cuello blanco” de forma que, si devuelven lo robado, pueden librarse de la cárcel.

Y para dar respaldo social a esta estrategia, en un momento de enormes dificultades para la mayoría de la gente, qué mejor que montar una casquería, poner las vísceras a trabajar y lanzar machaconamente la idea de que la culpa de casi todo la tiene esa gente que viene de fuera.

Si recogemos el guante de las ayudas más justas del alcalde, estamos cogiendo un pedrusco con el que golpeamos nuestros derechos, los de todas las personas, incluidas las de aquí, hasta que hacemos de esos derechos algo irreconocible y abrimos de par en par la puerta de los privilegios. Nuestro alcalde ha elegido bien los argumentos para que le hagamos el trabajo y despistemos la mirada de los problemas reales, esos que de verdad están limitando nuestras vidas. Y, claro, también para que no veamos las causas de esos problemas y sus responsables.

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