Javier Orcajada Del Castillo

Antes la justicia que la paz

Era el lema de Emiliano Zapata justificando la violencia armada para luchar contra la injusticia estructural de Méjico en épocas revolucionarias, que sería de actualidad en vista de la situación en la que se hallan las masas. Realmente no ha habido más progreso en este orden que en la semántica dialéctica de los poderosos que siguen oprimiendo a la población con medios más tolerables… Contrasta esta denuncia con un graffiti pintado en un mural en Muskiz, que, con pretensiones artísticas, dice: «Peace is the only way», en un alarde políglota, que quiere dar un significado opuesto y cuyo significado se ha difundido como dogma único para crear una sociedad moderna y democrática en los países avanzados. Sin aplicación el los países subdesarrollados, obvio. No es el camino, pues la paz no puede imponerse a las masas que sufren la injusticia sistemática: ese tipo de paz habría que denominarla pacificación, pues se basa en la fuerza de los poderosos para mantener las estructuras que les permitan continuar con su explotación.

La paz con injusticia sólo provoca resentimiento y se puede mantener sólo mientras las masas no logren que las leyes defiendan la justicia que permita vivir con dignidad a todos, poderosos y masas, sin humillación ni servilismo. Para este fin están potentes ejércitos y eficaces policías, cuyo mantenimiento requiere recursos ilimitados, sistemas carcelarios que aíslan a los revoltosos y todo el sistema judicial en el que los jueces deben aplicar las leyes del Príncipe con criterios restrictivos para favorecer con sus sentencias a los poderosos y protegerles de las masas a las que se les aplica la justicia del enemigo. La paz no puede ser un fin, sólo una consecuencia del bien esencial que es la justicia. La injusticia sólo provoca inestabilidad y sufrimiento. De esa justicia protectora a todos por igual se derivará la paz como su corolario y generará relaciones humanas equilibradas y justas en todos los órdenes porque dice un proverbio hindú que una sociedad justa es una sociedad feliz. La sociedad española con 5 millones de parados, con miles de familias desahuciadas, con el 29,2% declarada pobre, que se afirme que su valor supremo es la paz no deja de ser una provocación irónica intolerable.

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