Desde la tribuna de oradores del congreso de los diputados ya se ha iniciado una larga campaña para las elecciones generales de noviembre. Una vez finalizado el debate del ‘Estado de la Nación’ o más bien el estado de la ‘ficción’, desde donde nos contó el jefe de gobierno un relato triunfalista de cómo nos han «salvado» de la crisis, y que ya somos la admiración del mundo, y el gran mérito de haber evitado un rescate, todo ello «mentiras solemnes».

Nos dice también con euforia sublime y delirante que el Estado español es el que más crece de la eurozona, «mentira también» ya que estamos muy por detrás de Hungría, Polonia o Reino Unido por citar algunos. En este país donde hay una deuda pública que equivale al cien por cien del PIB, una tasa de desempleo del 25%, donde la caja de las pensiones ha sido «saqueada» por el gobierno de Rajoy en hasta siete ocasiones, (el anterior gobierno de Zapatero dejó un saldo positivo de 67.000 millones de euros y en la actualidad solo quedan 37.000 millones), y prometer de nuevo aquellos tres millones de puestos de trabajo, y un largo etc.

Se molestó mucho cuando toda la oposición le bajó de su nube particular y le recordó (quizá en clave electoral), la cruda realidad, haciéndole perder las más elementales formas, (insultos, descalificaciones…), entre un país ficticio que solo existe para el PP y otro real marcado por la incertidumbre y la cada vez más desigualdad entre ricos y pobres. Lo más triste es que muchos ciudadanos todavía le creen sus promesas, que son las mismas de siempre cuando hay elecciones.