El Parlamento griego debatió ayer, aunque no votó, el acuerdo con el Eurogrupo en torno a la prórroga del préstamo a ese país, ratificado ya por varios parlamentos europeos, con posturas encontradas en el seno de la formación izquierdista. No obstante, el Gobierno griego asegura que el próximo acuerdo, al expirar el plazo de cuatro meses de prórroga del préstamo, será sometido a votación.

Entretanto, continuaba la polémica a raíz del cruce de acusaciones entre el primer ministro griego, Alexis Tsipras, y los dirigentes españoles y portugueses sobre la postura mantenida por estos últimos en las negociaciones de Bruselas que, según el mandatario griego, intentaron conducir al fracaso. En el Estado español las críticas de Tsipras al Gobierno de Rajoy por esa postura saboteadora han sido recibidas como un «ataque a España» por gran parte de la prensa y el propio Gobierno, lo que no hace sino dar la razón a las críticas griegas hacia quienes su mayor precocupación es, a la postre, mantenerse en el poder. Cualquier medida alternativa que el Gobierno griego logre frente a las exigencias de la Troika, que gobiernos como el español y el portugués han aceptado sin rechistar, dirigiría todas las miradas hacia esos estados, cuando en el español se acercan las elecciones y el presidente Rajoy pretende ser visto como el mandatario que evitó el rescate y, si bien su preocupación por la deuda griega es legítima, cabe recordar que esta fue contraída tras el rescate a los bancos españoles.

La Comisión Europea, a la que el presidente español pidió un pronunciamiento al respecto, eludió ayer comentario alguno al respecto, aludiendo a su papel mediador. En cualquier caso, resulta lamentable que el mayor temor de los gobernantes de la península ibérica sea que se pueda demostrar que existe la mínima alternativa a las duras medidas de austeridad que han llevado a Grecia a una situación alarmante y a otros estados a un aumento considerable de la pobreza, la exclusión social y la precariedad laboral.