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HISTORIA Y PRESENTE DE UN ENCUENTRO INDEPENDIENTE

Inmersiones: Resistir desde lo independiente

Inmersiones es un encuentro independiente para artistas emergentes que este 2024 cumple diecisiete años. En este reportaje recorremos su evolución pero también sus miedos y dudas, hasta convertirse en uno de los eventos más veteranos de nuestro panorama cultural.

Laura Muelas y Leire San Martin, coordinadoras de Feministaldia y comisarias invitadas a Inmersiones. En medio, Cristina Arrazola-Oñate, coordinadora de la asamblea de Inmersiones y nuestra interlocutora en este reportaje. Foto: Gorka Rubio|FOKU

Inmersiones, una idea que nació en Gasteiz en el año 2008 como un evento para profesionales emergentes del arte, celebra este diciembre su edición número diecisiete. Se acerca entonces a la veintena como una de las propuestas culturales independientes más longevas de nuestro territorio. La cita ha ido derivando progresivamente hacia un encuentro que promueve la creación de lazos entre agentes culturales vinculados al arte contemporáneo de Euskal Herria. El tiempo pasa demasiado rápido pero, tras todos estos años, existe una historia que habla de la creación asamblearia, la lucha por no desaparecer y una pelea constante contra la precariedad en el mundo de la cultura.

Grupo de trabajo junto con Isidoro Valcárcel Medina (2015). Ibon Sáenz de Olazagoitia

EL NACIMIENTO DE INMERSIONES

«Cada vez que acaba una edición, no sabemos si seguiremos existiendo el año que viene», asegura Cristina Arrazola-Oñate. Ella es la cara visible de la asamblea que está detrás de la coordinación de Inmersiones. Como en todos los caminos, el grupo, así como la implicación de sus componentes, ha sido cambiante, pero Arrazola-Oñate lleva prácticamente todas las ediciones encargándose de sacar adelante cada nueva fecha. «Lo más bonito de Inmersiones puede que sea que nació de la Asamblea Amárica».

La Asamblea Amárica a la que se refiere fue un proceso pionero en la cultura de Gasteiz. En el año 2008, la Diputación Foral de Araba decidió contactar con el tejido artístico y cultural de la ciudad, ofreciendo la posibilidad de crear un grupo que gestionara directamente la programación y el presupuesto de las tres salas de exposiciones que estaban a su cargo. La Sala Amárica, la Sala del Archivo Provincial y la sala de la Casa de Cultura Ignacio Aldecoa pasaron a ser controladas por un grupo de cuatro personas profesionales de la cultura que se debían a una asamblea abierta en la que cualquiera podía participar. Desaparecieron entonces las figuras políticas y técnicas para iniciar un proceso ciudadano abierto que se responsabilizó directamente de programar el contenido.

Inmersiones fue uno de los proyectos resultantes de aquella gestión y se concibió como un dispositivo que se sumerge en las necesidades de artistas jóvenes emergentes. Fue a la vez una plataforma de apoyo para conectar con diferentes sectores del entorno artístico y una primera experiencia profesional real fuera del entorno seguro de las escuelas profesionales o la universidad. «No sé a cuántas personas he enseñado a hacer una factura», asegura Arrazola-Oñate. Pero tras cuatro años en los que contaron con la participación económica de la Diputación, en el año 2012 Inmersiones deja de tener un apoyo estable y pasa a convertirse en una propuesta independiente que necesita buscar financiación para existir. Desde entonces y hasta hoy, garantizar cada año es navegar en la incertidumbre de las subvenciones, las ayudas y la búsqueda de recursos pero, sobre todo, es una lucha para garantizar que se cumplen los mínimos imprescindibles para continuar: «Siempre hemos peleado contra la precariedad del sector y en Inmersiones garantizamos cobrar por el trabajo realizado». Esto que parece una obviedad, es uno de los principales males del mundo de la cultura. Cobrar poco o ni siquiera cobrar porque se supone que se brinda un espacio de oportunidad para mostrar el trabajo propio y darse a conocer. Aceptar la precariedad a cambio de visibilidad.

Es por tanto gracias a la perseverancia y dedicación de la asamblea que puede garantizarse, que al menos este diciembre, volverá a existir Inmersiones durante un año más.

Cristina Arrazola-Oñate posando para 7K. Gorka Rubio | FOKU

¿QUÉ SUCEDE EN INMERSIONES? DEL CONGRESO PARA ARTISTAS A LA CHOCOLATADA POPULAR

Cada diciembre, desde hace diecisiete, Gasteiz acoge una nueva cita de Inmersiones. Después de tantos años, si algo la caracteriza es su carácter ecléctico, ya que cada entrega introduce nuevos formatos, iniciativas y actividades. El objetivo es siempre el mismo, crear un espacio de seguridad donde poder apoyar y conectar agentes y prácticas emergentes del arte contemporáneo de Euskal Herria.

El planteamiento básico también ha ido evolucionando. No fue hasta el año 2011 que Inmersiones planteó un tema o título que marcase el encuentro, ya que hasta entonces era temática libre. La asamblea no decidió hasta 2014 comenzar a contar con un comisariado externo que, mediante invitación directa, pudiera plantear una temática y planteamiento propios, una «visión externa aporta un punto de vista diferente y enriquece el proceso». Además, a partir del año 2015 se decidió invitar a artistas de cierto recorrido a formar parte de cada edición con una doble intención: por un lado, por dotar de cierta relevancia y legitimación profesional al evento y, por otro, por permitir que artistas jóvenes compartieran elenco con autores de talla internacional y cuyo recorrido profesional supusiera una motivación añadida a su participación.

Inmersiones ha contado con artistas como Isidoro Valcárcel Medina, uno de los autores pioneros del arte conceptual y premio Nacional español de Artes Plásticas; Joan Fontcuberta, ensayista y fotógrafo Premio Internacional de Fotografía Hasselblad; la escritora María Bastarós; la teórica y gestora cultural Ana Longoni; el ya desaparecido historiador y comisario Javier San Martín; la escritora Mery Cuesta; el arquitecto Santiago Cirugeda; o la performer, poeta e investigadora María Salgado, entre muchas otras figuras. Cabe destacar que, cuando estos nombres son llamados a formar parte de Inmersiones, se les exige una integración total, entendiendo el espacio al que acuden. «Muchas veces piensan que somos una institución y, cuando ven que es totalmente autogestionado, se sorprenden», asegura Cristina Arrazola-Oñate. No es raro ver a todo el mundo mezclado, artistas, invitadas, participantes, organización y público, poniendo la mesa para servir una alubiada popular o barriendo el espacio donde, al cabo de un rato, tendrá lugar una de las performances del programa de la tarde.

Inmersiones es también un festival deslocalizado y nómada. Desde hace unos años se celebra en el espacio Zas Kultur de la capital alavesa, pero ha pasado por el Teatro Ortzai, la propia sala Amárica o los locales de Berakah en el Casco Viejo.

Herri kirolak para artistas en Inmersiones (2013). Ibon Sáenz de Olazagoitia

Por cuestiones de logística y presupuesto, actualmente todo sucede en un fin de semana. «Lo único que se ha mantenido a lo largo de los años es el congreso, el resto ha ido variando a lo largo del tiempo». Y es que el plato fuerte siempre es un congreso en el que se exponen proyectos artísticos que se relacionan con el tema planteado. Para participar, Inmersiones programa un concurso de ideas que durante meses se encuentra abierto a cualquier persona interesada.

Pero Inmersiones es mucho más que un congreso. Durante años se han realizado, por ejemplo, exposiciones abiertas al público que, bajo el título de “Hospitalarios”, las artistas recibían delante de sus piezas a cualquier visitante dispuesto a preguntar por ellas. Además de performances, talleres profesionales, debates y giras en furgoneta por centros culturales del Estado español, se han llevado a cabo acciones artísticas, manifestaciones callejeras o siestas colectivas. Cada año se celebra durante las semanas previas el programa “Educacciones”, en el que artistas trabajan con adolescentes de varios institutos de Gasteiz. En una ocasión se construyeron huertos vecinales en solares vacíos del barrio de Zabalgana de la capital alavesa, se publicó un libro de relatos de arte y ciencia ficción e incluso se realizó una chocolatada popular en la plaza San Antón amenizada por la Txaranga Urretabizkaia. Es aún memorable la tarde en la que se convocó una subasta de arte contemporáneo cuyo dinero fue encerrado en un tubo de metal que se encuentra, aún hoy, depositado en Artium y, un rato después, se celebró un campeonato de deporte rural vasco para artistas con un concurso de txingas como protagonista de la sesión.

Una de las costumbres habituales de Inmersiones es crear año a año una publicación que, en forma de revista, recoge las participaciones, reflexiones e imágenes de lo que han sido las ediciones. Distribuidas de manera prácticamente gratuita, cumplen la función de salvaguardar un archivo de todo lo que va sucediendo en cada nueva entrega. Sirven a la vez como muestrario y memoria de un legado tan amplio de actividades, situaciones y disciplinas.

De alguna manera, año a año, Inmersiones intenta buscar un equilibrio entre el trabajo artístico y los espacios de relación personal. Es por eso que lo profesional se mezcla con lo celebratorio y se busca precisamente la creación de lazos que trasciendan al propio evento. Si bien el público general tiene acceso libre a todo lo que sucede, evidentemente es la comunidad artística a la que se interpela de forma más directa.

Pero todo este esfuerzo, ¿merece la pena? En los momentos más duros de la coordinación de una actividad de estas características son muchas las dudas que pueden llegar a surgir. Cuando todo acaba, la gente se va, se apagan las luces y comienza el trabajo para el cierre económico y el pensar en la siguiente edición. Una vez más, se vuelve a la casilla de salida. Como en el mito de Sísifo, se debe volver a recoger la piedra que ha caído ladera abajo para, de nuevo, cargarla hasta la cima de la montaña.

Para responder a esta pregunta quizás baste con acudir a alguno de los índices de las publicaciones, para leer un listado de casi setecientos nombres entre colaboradoras, invitadas y participantes. Una manera de dotar de dimensión real a todo el trabajo que la asamblea Inmersiones ha venido haciendo durante todos estos años. Más allá de que las cifras por sí solas no indican nada, dejan una evidencia de que en algún momento Inmersiones ha sido parte de la vida de todas esas personas. Y, por supuesto, ha asumido una gran responsabilidad en el crecimiento y cuidado del tejido artístico de nuestro territorio. Si recordamos que el objetivo principal es crear un espacio donde iniciar una andadura profesional y ayudar a crear lazos y conexiones, esta prueba parece demostrar que el éxito está más que conseguido.

Concierto de Neonymus en Gasteiz (2016). Jorge Salvador

QUINCE AÑOS Y LA AUTOCRÍTICA

En diciembre de 2022, Inmersiones cumplió quince años. Si bien no se trató de una edición conmemorativa, el aniversario estuvo presente durante toda la celebración. Una vez finalizada, los ritmos de trabajo empujaban a la asamblea a comenzar a preparar el año siguiente, aunque hubo algo que alteró los planes habituales. «Surgieron muchas dudas sobre la validez de aquello que hacíamos y si realmente éramos necesarias o útiles para el contexto», recuerda Cristina Arrazola-Oñate.

Cumplir quince años supuso, por tanto, un punto de inflexión en la manera de entender el evento. Ser un programa dirigido a un público joven requiere de una conexión constante con las nuevas generaciones, así como la capacidad de crear intereses afines a ellas, pues «a veces dudamos incluso de la terminología que utilizamos cuando nos referimos a arte emergente». Los peligros de las maneras adquiridas, del estancamiento de la comodidad o el debate sobre la necesidad real de su propia existencia fueron algunas de las preguntas incómodas que llevaron a la asamblea a un lugar delicado. Quince años son muchos años e Inmersiones necesitaba una revisión sobre sí mismo para decidir así sobre la viabilidad de su continuidad. Valorar, a fin de cuentas, si era mejor hacerse a un lado y dejar de ocupar el espacio que se había construido durante más de una década.

Para llevar a cabo este diagnóstico, se realizó un informe interno dividido en varias etapas. En la primera se acordaron desde la asamblea los puntos de debate que apuntaban a las debilidades y a las dudas. Se programaron una serie de entrevistas a agentes afines al proyecto y se empezaron a situar ciertos espacios sobre los que reflexionar. En la segunda, se diseñó una encuesta que constaba de diferentes niveles de profundización y se envió a todo aquel que había participado de alguna manera en cualquier edición de Inmersiones. Los resultados de estas dos fases dieron lugar a una tercera, en la que se invitó a distintos agentes del territorio para que ayudaran a analizar el presente y el futuro posible del proyecto. A pesar de que las conclusiones del informe abrieron muchos puntos para el debate interno, la decisión estaba tomada: Inmersiones debía seguir existiendo, al menos de momento.

Performance en 2022 de Elisa Arteta. Maider Jiménez

LOS DESEOS PRESENTES Y FUTUROS

Tras el periodo de reflexión interna realizado durante el año 2023, Inmersiones siguió adelante hasta el día de hoy. En el momento de escribir estas líneas, la nueva convocatoria está publicada y avanza hacia la celebración en Gasteiz de su entrega número diecisiete. El trabajo está prácticamente hecho y ahora solo queda disfrutar de la celebración e intentar que todo salga bien. No se antoja difícil, por tanto, encontrar alicientes para seguir adelante. Arrazola-Oñate asegura que «la gente que participa por primera vez suele irse fascinada e intenta formar parte de las siguientes entregas». Cuando se llega al final de este tipo de procesos y las fuerzas comienzan a fallar, ver cómo el encuentro toma forma y sucede es lo que impulsa a continuar.

A pesar de que el proceso de reflexión y la recta final hacia una nueva celebración fortalece la gestión, siempre planea sobre el futuro próximo la idea de cambio: «Ahora mismo Inmersiones tiene un deseo de continuidad, pero a veces pienso que quizás es el momento de hacer un relevo y dejarlo en manos de quien quiera sacarlo adelante», admite Arrazola-Oñate. Es difícil mantener cierta tensión en la vigencia de un formato que durante tantos años ha ido sucediendo de manera ininterrumpida. Incluso en el año 2020, en plena pandemia, Inmersiones salió adelante reinventando una vez más su formato a través de la retransmisión por internet.

Con todo, hay una espinita que, aunque no parece muy grande, Arrazola-Oñate no quiere dejar de señalar. «Miras el elenco de gente que ha pasado por aquí y piensas que a veces nos falta cierto reconocimiento». Una de las razones puede ser que se trate de un evento que sucede en Gasteiz, cuando Euskal Herria posee un tejido artístico muy centrado en Bilbo. Otra, que precisamente el hecho de habitar un espacio más cercano al arte joven haya hecho que Inmersiones parezca siempre el proyecto por descubrir. De hecho, como reconoce la propia Cristina Arrazola-Oñate, «creo que muchas veces, a nivel de contexto, nunca hemos sido muy valorados».

Quizás, como muchas cosas en la vida, el verdadero valor que Inmersiones ha tenido para varias generaciones de artistas y creadoras no sea visible hasta que deje de existir. Cuando ese vacío se haga presente, será más clara la ausencia de oportunidades similares a las que las capas más jóvenes del mundo artistico se enfrentan y se echará de menos su labor. «Sabemos que Inmersiones ha sido un bautismo profesional para mucha gente», apunta Arrazola-Oñate.

Alubiada popular celebrada en Zas-Kultur en Gasteiz en el año 2019. Jorge Salvador

«AGUR ETA CIAO». FEMINISTALDIA Y LA EDICIÓN NÚMERO DIECISIETE

De cara a esta nueva edición, la asamblea de Inmersiones decidió encargar el comisariado a Leire San Martin, quien fuera invitada en el año 2023, a impartir una charla en el congreso.

Leire posee un perfil «ligado al arte contemporáneo, más concretamente, al campo de la mediación y la pedagogía crítica». Tras años de dedicación, sostiene que «siempre he pensado que el trabajo institucional nunca llega del todo y que hay que seguir más allá». Es por eso que una parte de ella está constantemente vinculada a la calle o la militancia, más concretamente, a los movimientos antirracistas y feministas de Donostia. Durante varios años estuvo al frente del departamento de mediación de Tabakalera y desde hace once coordina el festival de cultura feminista Feministaldia, un evento de referencia en nuestro territorio, que se celebra en Donostia desde el año 2005.

En el momento de recibir la invitación por parte de Inmersiones, Leire lo entendió como una oportunidad para poner a trabajar juntas a dos estructuras. Desde el cuidado a la identidad propia de cada una, propuso abrir un espacio de aprendizaje conjunto pues, como asegura, «siempre aprendes de las formas de trabajo de las otras y eso siempre es positivo».

Por primera vez en todas las ediciones de Inmersiones, dos festivales se hermanan y realizan una programación relacionada, tanto a nivel temático como conceptual, vinculando dos contextos, dos públicos e incluso dos ciudades como son Donostia y Gasteiz.

Para llevar adelante esta tarea, Leire San Martin hace equipo con Laura Muelas, creando así una dupla que propone para esta celebración compartida un título tan sugerente como es “Agur eta Ciao” y que toma forma en noviembre en Donostia con Feministaldia (el dia 20 y del 27 al 30) y en diciembre en Gasteiz con Inmersiones (el día 14). Tal y como reza el texto de la edición, «Los festivales Feministaldia XIX e Inmersiones XVII se dicen agur eta ciao, hermanades para celebrar eso mismo: el encuentro y todo lo que a su alrededor se mueve. Porque ambos programas culturales son, sobre todas las cosas, espacios en los que recibir, acoger, acompañar, despedir».

Performance en 2022 de Txaranga Urretabizkaia. Maider Jiménez

PONER EN VALOR

Inmersiones es un festival, una reunión, una cita para ver viejas amigas, un espacio de seguridad, una vuelta a casa, un lugar de ensayo o un escenario. Es una fecha anotada en un calendario a la que se intenta no faltar. Es un punto de partida, un primer escalón en un viaje de incertidumbre y una referencia ante la soledad del trabajo cultural. A Inmersiones se va a conocer gente, a descubrir lo que hacen las compañeras, a aprender en un taller, asistir a una conferencia o a compartir mesa con una comunidad de artistas y creadoras.

Inmersiones es también el resultado del esfuerzo de una asamblea cambiante que en un momento decidió que, a pesar del frío que hace fuera de la estructura institucional, merecía la pena seguir trabajando para apoyar a las nuevas hornadas de artistas jóvenes.

Varias generaciones de artistas que a día de hoy poseen cierto recorrido profesional deben parte de su formación al trabajo que Inmersiones ha realizado. Inmersiones puede estar orgulloso de haber cumplido con aquel cometido que asumió desde el principio: cuidar desde el presente para garantizar el futuro de nuestro tejido artístico y cultural.