Mertxe Aizpurua
Periodista
IKUSMIRA

Un nuevo año que nace viejo y cansado

Hay cosas inevitables en la vida, como la pereza impenitente de los lunes, rendirse, aunque solo sea una vez, a la canción más ñoña imaginable o caer en la tentación de tirar de ese hilo que cuelga del jersey. Esta columna es una de ellas. Inevitablemente obligada, como corresponde a la columna que le toque aparecer en el periódico que, como hoy, inaugura año.

Dado el desastre que ha sido el 2015 para el mundo, me da que el 2016 ha nacido viejo y cansado. Por eso el anterior se ha ido de forma extraña por aquí, sin nieve ni frío, y con un inquietante viento del sur. En territorios vecinos ha dejado una espiral laberíntica, con elecciones de las que no se sabe si la salida será otra espiral más laberíntica aún. El paso del año viejo al año nuevo ha sido, más que nunca, un imposible cronológico, y no hay reloj que sepa dónde marcar la endemoniada geometría de la intersección que se ha creado en Catalunya.

Va a ser un largo año, parece, y no solo por ser bisiesto. Nos esperan desesperadas mareas de refugiados, la amenaza global del estado islámico y, para colmo de inevitables, el absurdo americano del candidato Donald Trump.

El año viejo no ha dado muestras de la sabiduría que se presupone a quien camina hacia la vejez. El nuevo se ha tropezado con él, y en el choque ha nacido anciano, pero, en cualquier caso, será un año mejor, porque, según dice la sabiduría popular, los pueblos no se suicidan.

Pido perdón por el aire pesimista: es efecto del polvorón de estepa y el cava catalán. De todas formas, para no perder la tradición: Urte berri on!