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IKUSMIRA

La pasividad de las víctimas


Asisto con cierta fascinación a la entrega diaria de los «papeles de Panamá». Y es que cuando no es un actor, es un cantante o una infanta o la baronesa que antes fue vedette. O sea, que si no quieres pasar por un mindundi, te tienes que abrir una cuenta en Panamá, en las Islas Vírgenes o en Bahamas. Sitios, en cualquier caso, sugerentes para darte una vuelta de cuando en cuando para ver cómo prosperan tus ahorrillos y disfrutar de lugares de ensueño.

Cuando el mundo se ve sacudido por el escandaloso vagar errante de cientos de miles de personas que huyen de la pobreza y la guerra y esa Europa cínica, raptada ahora por lo que llaman «mercados» y que no son más que filibusteros sin alma, les cierra las puertas, los que presumen de ser referentes en las artes, ejemplos de entrega a los demás o eso que llaman emprendedores, muestran su fea desnudez con el saco de billetes al hombro camino de los paraísos fiscales desde los que evadir sus obligaciones con sus propios vecinos.

La inmoralidad es tal que lo que escandaliza es la pasividad de las víctimas. En una sociedad realmente civilizada, los golfos apandadores censados en esa lista no tendrían cabida en un plató de televisión; no deberían grabar o promocionar un disco; no podrían pisar moqueta, ni siquiera la de su regio hermano o sobrino.

En una sociedad sana todas y todos ellos serían repudiados.

Lo inquietante es que carracuca observe con indiferencia el escándalo y te pregunte: «¿Tu no harías lo mismo?». Pues no.