Las miradas del olvido
Las ásperas manos de toda un vida de sacrificio, la voz pausada de quien sabe lo que es esperar, la profunda mirada de quien guarda dentro un pasado de sufrimiento. Todas ellas hablan por sí solas, componen un relato todavía ausente en muchos libros. La historia de Josefina Lamberto, Arantza Amezaga y Agurtzane Juanena, junto con la de otras tantas personas, forma parte de esa memoria que queda por recuperar en este pueblo.
Las tres estuvieron presentes en el homenaje que el pasado domingo se rindió a las mujeres resistentes y represaliadas en Elgeta, en reconocimiento a su lucha durante la guerra y el franquismo. Una época que ha dejado en ellas huellas imborrables de las que quieren partir hacia un futuro donde salga a la luz toda la verdad sobre la injusticia de la que fueron víctimas.
Aunque la memoria es caprichosa, probablemente, jamás podrán olvidar ese oscuro pasado: el fusilamiento de sus seres queridos, las violaciones, las torturas, el exilio... Pero como expresó Agurtzane Juanena al narrar la tortura que durante años mantuvo en secreto, el hecho de que se hable públicamente de ello es una pequeña esperanza en el camino. Palabras que pronunció afirmando que no siente odio ni necesidad de perdón. Sí reclamó, en cambio, el reconocimiento social de la tortura, cuya existencia intentan mantener oculta.
Tomo las palabras de Paco Etxeberria quien, sujetando una de las piedras extraídas de esas fosas comunes que tantos crímenes han tapado, declaraba al recibir el Premio Gernika por la Paz que lo que encuentra en cada fosa desenterrada son precisamente dignidades. Una mirada al pasado cargada de futuro.