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IKUSMIRA

Con membrete y firma, desde Ajuria Enea


No sé de qué me extraño. Todo va en cascada. La simulación es un hábito de astucia poco política que impregna cada vez más la política. Actuar o parecer que actúas. Hacer o simular que haces. Sofística antigua aderezada con marketing actual para hacer pasar como real lo que tan solo es apariencia. Y si todo esto va en sobre de tamaño institucional, membrete dorado y escudo en relieve, algún asesor de Urkullu se habrá emocionado consigo mismo por el trabajo hecho.

No sé cuántas cartas han salido de Ajuria Enea en dirección a prisiones donde permanece encerrada una parte de la ciudadanía vasca. Solo sé que ya ha empezado a recibirse una misiva en la que Urkullu informa personalmente de los pasos administrativos que deben realizarse para solicitar el cambio de grado. Un absurdo, simulado también. No hay nadie que sepa más de trámites, instancias y peticiones que los propios presos.

Si de verdad el lehendakari Urkullu quisiera aportar su sello propio para desbloquear esta lacerante situación, no es a los presos a quienes debería dirigir sus misivas. Sea por oficialidad o autoridad, con membrete o lacre, con firma o rúbrica, el recorrido a transitar tiene otras direcciones. Que se retire el corsé legal de la excepcionalidad no está en manos de los prisioneros.

El marketing no lo resuelve todo. Ni siquiera disimula la inacción y, además, no es disimulo sino simulación.

El arte de disimular busca que la otra persona no entienda lo que pasa. Simular es buscar que la otra persona entienda lo que no pasa. Hay una sustancial diferencia.