JUN. 11 2016 IKUSMIRA ¿A dónde vas, acritud? Fermin Munarriz Periodista Nos han infiltrado la crispación. Pensábamos que era un fenómeno exclusivo de España, de un espíritu cainita y bronco que contaminaba hasta el último resquicio de la convivencia. Ya está entre nosotros. Curiosamente, en un pueblo acostumbrado a sufrir los atropellos de tribunales, brotan ahora fiscales por vocación. Depredadores al acecho dispuestos a la autopsia exprés. Ya no hace falta hurgar en medios lejanos; están aquí, emboscados en foros, en redes sociales, en tabernas o hasta en las ventanas que ofrecen los medios digitales. Resulta paradójico que cuando en Euskal Herria se han abierto condiciones nuevas que podrían estimular como nunca una disposición creativa, proliferen reductos empeñados en la susceptibilidad permanente, en el resentimiento, en el descrédito. En el vinagre. En lo estéril frente a lo fértil. No perdonan el acierto ni el talento. A veces ni el sacrificio ni la diferencia, por pequeña que sea. El cuerpo pide hostilidad. Tú no eliges al enemigo; él te encuentra a ti. Entidades o personas que dan lo mejor de sí en su oficio o en su compromiso son vapuleadas sin pudor. Con impertinencia y maximalismos; con retórica o con zafiedad. Desde el anonimato –la mayoría de las veces– o desde tribunas que aspiran a meter presión o a ser alguien a costa –tal vez sería más correcto decir en contra– de otras que sí arriesgan. Son pequeñas expresiones, tal vez minúsculas; no es un fenómeno representativo de la sociedad. Sin embargo, es suficiente para comprobar con tristeza el empeño por empequeñecer el país. No solo en tamaño.