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Mucha pedagogía para hacer realidad el día D


El 23 de junio, las campanas de la iglesias de Colombia repicaron para celebrar el acuerdo sobre el cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo y la dejación de armas entre el Gobierno colombiano y las FARC-EP. En la misma calle de Bogotá donde el 9 de abril de 1948 mataron al candidato presidencial liberal Jorge Eliécer Gaitán colocaron una pantalla gigante para seguir el acto de La Habana, que para muchos marcó el «fin de la guerra», al menos, con las FARC-EP. Un avance sustancial que, en palabras del presidente cubano, Raúl Castro, evidencia que «el proceso de paz no tiene vuelta atrás».

Pero aunque el anuncio de la pasada semana nos acerca aún más al Acuerdo Final –el día D–, todavía quedan importantes «salvedades» por acordar y que encierran en sí mismas cuestiones de gran calado. Está por establecer, por ejemplo, la cuantía de las «Circunscripciones Especiales para la Paz» para garantizar la participación política del movimiento o partido que surja del tránsito de la guerrilla a la actividad política, el financiamiento para implementar los compromisos derivados del Acuerdo Final, el futuro de los desplazados o del Escuadrón Móvil Antidisturbios de la Policía Nacional, cuya supresión exigen las FARC, la reorientación de la Doctrina de Seguridad por la cual se han regido las Fuerzas Armadas en tiempos de conflicto o la letra pequeña de la amnistía.

Ahora, más que nunca, las conversaciones de La Habana requieren de una intensa pedagogía de paz en territorio colombiano y reactivar el proceso con el ELN, imprescindible para una paz estable.