AUG. 21 2016 Gargantua ¡Fritos nos tienen los de la harina! . A la mesa con Txomin PITARKE bilbo Cansa tener que repetir las cosas, pero como los protagonistas de esta práctica son como niños, no queda más remedio. Año tras año, comparsas y algún que otro mandamás municipal hacen de maisus y andereños para llamar a un txupin limpio, algo que no parece que vayamos a lograr nunca, a la vista de lo vivido ayer en la plaza del Arriaga, también conocido como el centro del morokil. Algunos dirán, ¿de qué morokil habla? Pues del que se organiza después de que los colegas de Mr. Proper arrojen sobre el respetable decenas de kilos de harina, que mejor hubieran sido empleados para preparar algún bizcocho o tarta con la que endulzar nuestra ajetreada Aste Nagusia. Ellas y ellos parece que se lo pasan estupendamente lanzando el blanco elemento, especialmente entre quienes gustan de estas perversiones más propias de sociedades que nadan en la opulencia. No es nuestro caso, viendo los datos sobre las personas que en el Botxo deben recurrir a alguna ayuda para subsistir, y habría que recordárselo a estos mozalbetes, aunque también los hay entrados en años que no acaban de madurar. Lo dicho, bien harían en entregar esos paquetes de harina y otros productos, como el kétchup, al Banco de Alimentos de Bizkaia. Alguno le sacaría mejor provecho. Lo cierto es que son fácilmente identificables y su mera presencia ahuyenta a quienes están a su alrededor. Otros, no es mi caso, inmersos en dar todo de sí para saludar la llegada de Marijaia, obvian el peligro que se cierne sobre ellos, lo que lleva aparejado algún tipo de recuerdo en su vestimenta. Es lo de menos, la tragedia se fragua en nuestros pies, donde la harina se mezcla con distintos líquidos y conforma una sustancia –no me atrevo a bautizarla– que promueve el resbalón. He de comentar, y lo digo por experiencia, que con el morokil de marras patinas más que en la pista que instalaron el año pasado las comparsas. Menos mal que los operarios de la limpieza estuvieron diligentes como siempre y manguera en mano limpiaron el campo de operaciones de estos guarretes, muchos de los cuales saludaron con entusiasmo el agua. Es su ritual, aunque quienes peinamos canas o empleamos txapela para cubrir nuestra testa, no acabamos de entender el placer que les envuelve con tal marranada. Cualquiera los invita al concurso gastronómico. ¡Fritos nos tienen los de la harina! Aunque para fritos, ya que estamos, los que me pienso engullir en las matinales festivas entre txakolis para «hacer cuerpo», que si no, ya se sabe que el perro de la Alhóndiga anda al acecho...