Víctor ESQUIROL
CRÍTICA «Jackie»

Cuando confluye el duelo íntimo con el nacional

La experiencia nos ha curtido de mala manera y a estas alturas de la historia, el cuerpo nos avisa cada vez que nos enfrentamos a un biopic. ¿Acaso existe algún género más encorsetado que este? Es complicado (si no imposible) pensar en algún ejemplo. Y es que la mayoría de films que lo representan, suelen ser testigos de productos secuestrados por la persona a la que se rinde homenaje. De lo que se trata, normalmente, es de ensalzar a una figura, subrayando, hasta dejar seco el marcador, todas sus virtudes y logros, para reivindicar así su papel en la Historia y convertir, de paso, a la persona en personaje casi de fantasía.

Pero, ¿quién merece ser recordado por los libros de Historia? ¿Quien declara una guerra? ¿Quien negocia la paz? ¿Quien hace avanzar a la sociedad en materia de derechos sociales? ¿Quien la hace recular? Probablemente, pero ¿qué hay de la gente que queda detrás de todo esto? ¿Qué pasa con todos esos satélites sin los cuales no puede entenderse toda la constelación?

Para estas y más respuestas, “Jackie”, película en la que la protagonista es Jackeline Kennedy, interpretada por una Natalie Portman que volvería a ganar el Óscar si no fuera por Emma Stone. Pablo Larraín, uno de los cineastas más en forma en todo el panorama internacional, sigue ennobleciendo el arte del biopic, tanto en las formas, cuidadas al milímetro, como en un metraje tan rico en capas que no podemos dejarnos engañar por las apariencias. El film cede a las circunstancias y se viste de luto, sí, solo que en este llanto confluyen lo íntimo y lo histórico. Hasta que la filmación actual se solapa a la perfección con el material de archivo. Suena trascendente y lo es, porque el tema central es el de la propia trascendencia. Ya saben, aquello que merece volver a ser contado: ya sea por relevancia histórica y/o valor humano. Larraín lo entiende, lo aborda y lo borda. Y así, de paso, trasciende.