Raimundo Fitero
DE REOJO

A madrugar

El ritual de cada mes de julio, despertarse para ver los encierros por la tele. TVE como siempre, en tierra con altas dosis contaminantes opusianas, con un porcentaje indeterminado de tendencia castiza e integrista se siente muy a gusto. No han podido borrar la ikurriña del chupinazo, ni obviar las pancartas y las reivindicaciones, pero lo ha intentado que es su misión y lo ha minimizado. Labor que va a continuar. Estos ritos mediáticos se reproducen por partenogénesis. Llega gente nueva con sus micrófonos plastificados, periodistas en el barro y la lluvia rosa, con acento andaluz y descubren la fiesta gorda de txistorra y clarete como si fuera nueva. La integración en forma práctica. Y los astados haciendo épica posmoderna. Somos fieles de los encierros, pero críticos.

Nuestros periodistas navarros más conocidos por su talante reaccionario están siendo cuestionados. Alfredo Urdaci, ¿se acuerdan?, el portavoz de ese demócrata de toda la vida llamado “El Pocero”, que estaba los últimos meses inflamando el espíritu nacional franquista desde el plató de los informativos de ese canal Trentino, 13 TV ha sido fulminantemente cesado. Fuera. ¿Los motivos? Secreto de confesión. También ha cesado Nieves Herrero. Otra que tal baila. Pero tiene ahí a Carlos Cuesta, el histerismo político más detestable. Los obispos han perdido unas decenas de millones en esta aventura contaminadora. Y los sacan de esa cruz que ponen algunos en la casilla equivocada de la declaración de la renta.

¿Han visto esa foto apocalíptica de los últimos tres expresidentes del reino de España juntos? Da respeto ver a esos jarrones chinos tan repintados opinando como si tuvieran alguna autoridad moral. González y Aznar compitiendo a ver quién es más bestia, totalitario, españolista y corrupto. Zapatero sonríe y se deja llevar. Catalunya duele.