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BABY DRIVER

La vida después de Marvel. Edgar Wright y la banda sonora de evasión perfecta


Si bien es cierto que Edgar Wright es un cineasta al que no le importa dejar pasar el tiempo entre proyecto y proyecto, no menos cierto es que cuatro años sin estrenar película, empezaban a antojarse como demasiados. Más aún con el sabor amargo con el que nos dejó la fallida colaboración entre éste y la Marvel. “Ant-Man”, la que tenía que ser la película más gamberra de dicha factoría, se quedó “simplemente” en un apunte simpático en el famoso universo de superhéroes. Por el camino saltó Mr. Wright por discrepancias creativas insalvables. Él mismo ha afirmado, en más de una ocasión, que todavía no se ha recuperado del todo de aquel chasco.

Con estos antecedentes en mente, analicemos “Baby Driver”, su regreso al “mundo de los vivos”, como lo que seguramente es: una terapia de shock. Una manera de desquitarse. Un golpe sobre la mesa por parte de uno de los directores más dotados de nuestros tiempos, quien para la ocasión se atreve a demostrar que el cine comercial y el de autor son dos maneras de entender este arte que no solo son conciliables, sino además necesarias para lograr espectáculos de primera calidad. Como con Christopher Nolan, pero concediendo mucho más espacio a la comedia.

Así es “Baby Driver”, el blockbuster más refrescante no del verano, sino de todo lo que llevamos de año. En tiempos de tiranía de superhero movies, Edgar Wright, británico de pura cepa, contraataca con su película más americana hasta la fecha. Una de atracos de toda la vida, pero con un conductor de huida con una habilidad casi sobre-humana con el volante... y con una capacidad igualmente extraordinaria para perderse en la lista de reproducción de su i-Pod. Mucha atención a la banda sonora, pocas películas se han compenetrado tan bien con sus “propias” canciones. Puro estilo, pura evasión, pura diversión.