Raimundo Fitero
DE REOJO

Ridículo

Gestualización ensayada, mucho énfasis patriotero, pero los siete minutos de televisión basura ocupados por el cuñado de Urdangarin pasarán a la historia como la inutilidad convertida en ridículo. ¿Qué mierda dijo? Nada. Lugares comunes, un discurso vacuo, innecesario, sin otra misión que intentar darse importancia. Coincidía con su ridículo acciones populares, una cacerolada que duró más que su escueta nadería. Eso sí, tiene una geta de cemento, tiene un aplomo borbónico de mil pares de megas. Habló a sus súbditos con prepotencia monárquica, sin empatía alguna, hablando de sus hijas, que son princesas como si se tratar de un ajustador de un taller del Goierri, sin darse cuenta de que todos ellos viven a cuenta de esos a los que intentaba dirigirse con el único fin de demostrar su existencia, pero sin aclarar nada de los escándalos financieros, de la corrupción que esa corona viene acumulando desde hace décadas. Puede que desde hace siglos.

Un ridículo amasado en una reunión previa con el presidente del gobierno de España y su equipo de emergencia, donde, uno se imagina, salió ese texto que leyó con aplicación de curso de presentador de televisión que se supone le da su esposa, la periodista coronada. Esa intervención rápida y evanescente demuestra la inutilidad de esa figura heredada de Franco y que se debe hablar en serio de la posibilidad de cambiar ese régimen, porque no tiene ninguna utilidad más allá del mantenimiento de unos servicios a su alrededor compuestos por miles de funcionarios que, de ser una República, no se perderían porque estarían al servicio del presidente electo de la misma.

Entre el rey campechano cazador y corrupto y este rey preparado para la nadería, el ridículo de la monarquía española es mundial. ¿Estamos ante un cambio de ciclo político? A la tercera va la vencida.