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DE REOJO

Cebos


Cada día un nuevo cebo para que piquemos y nos recojan después con todas las expectativas quemadas y convertidas en frustración. Cebos sanitarios, económicos, políticos para que, por un lado, los roedores ultras, los ojeadores perdidos en todos los centros y los satélites de las órbitas del poder se entretengan en elaborar anexos a las consignas y la población sin cargo ni más ambición que su realización profesional, estudiantil o amorosa, acabe con ganas de borrarse hasta de la seguridad social.

Planes para repartir una vacuna que nadie ha visto. Planes para que las fiestas navideñas no pierdan su capacidad alienante y se mantenga el gasto ruinoso en cuestiones puramente circunstanciales y promovidas desde tradiciones recién inventadas. El amigo invisible debería ser un tema para discutir en la nueva constitución de las relaciones humanas fuera de contexto, con la posibilidad de incluirlo en lo nocivo y generador de problemas sanitarios silenciosos. Planes que se contestan políticamente antes de conocerse. Planes que son cebos. O cebos que son planes de despiste.

Por lo que uno reacciona y se ceba en lo que ya se conoce como un hecho habitual: que las policías, sean de donde sean, usan una violencia excesiva contra los que consideran escoria social, comunistas o independentistas, o como en París refugiados afganos con estudios. Gente que piden soluciones y sacados de una plaza a palos, golpes, empujones sin contemplaciones. Y de paso dando estopa a los medios de comunicación, porque se trata de hacerlo, pero que nadie se entere. Al tener difusión pública, el ministro (todos los ministros o ministras) hacen ver que no sabían nada, dicen que harán un informe y aquí no ha pasado nada. En la intimidad de los palacios y los boletines oficiales, se aplaude a los instructores y se les premia.