Daniel GALVALIZI
MADRID
ELECCIONES AUTONÓMICAS EN MADRID

Ayuso evita sumar a Vox al Gobierno y obliga a la izquierda a repensarse

Entre la alegría de unos y la zozobra de otros, lo que quedan son los números: el huracán ayusista refuerza al Ejecutivo autonómico y le da alas para avanzar con fuerza, pero hasta 2023. Los resultados dan un respiro a Pablo Casado y obligan al PSOE y Unidas Podemos a realizar una autocrítica e iniciar su regeneración.

El día después suele ser difícil para los perdedores y una panacea para los ganadores. Hoy Madrid amaneció, cómo no, dividida. Todos comentan los resultados electorales, hay broncas incluso entre amigos y familiares. El factor sorpresa no ha ayudado y los progresistas no esperaban una paliza en las urnas de semejante magnitud. Para peor, los comicios se han cargado al mayor emblema que ha dado la izquierda madrileña en años, Pablo Iglesias. Un potaje de difícil digestión.

Pero los resultados son lo que son: las tres formaciones de derecha han sumado 2,1 millones de votos y las tres de izquierda 1,49 millones, en una de las elecciones regionales con mayor movilización de los últimos tiempos. Casi la mitad de todo esos sufragios fueron para la actual presidenta, Isabel Díaz Ayuso, querida por algunos, odiada por otros y admirada por muchos.

No entender el fenómeno social que ha encarnado Ayuso sería un grave error no solo para los partidos de izquierda sino también para las élites intelectuales progresistas, que se basan más en el tono casi infantil de la presidenta, un híbrido entre trumpista y thatcheriano, y no ven el cuadro completo. Insultarla en las tertulias y redes poco ayudará para dar la vuelta a este escenario antes de mayo de 2023, cuando Madrid vuelva a votar en las autonómicas.

La nueva lideresa del PP de la comunidad tendrá las manos bastante libres para gobernar el próximo bienio. No sólo por pasar de 30 a 65 escaños, sino porque ella por sí misma suma más que las tres izquierdas juntas. Esto tiene una implicación muy importante en lo que respecta a la democracia madrileña: la casi irrelevancia de Vox, quien a pesar de estar mucho mejor en las encuestas hace unos meses, únicamente sumó un escaño, sin superar los dos dígitos (obtuvo el 9,1%). Con la abstención de cuatro de sus legisladores alcanzaría.

Monasterio leyó pronto los resultados y anunció que facilitará la investidura de Ayuso en primera votación (es decir, que al menos cuatro de ellos votarán en positivo, para no tener que ir a una segunda investidura). Ha alertado que hará valer a sus votantes, pero la diferencia de peso entre ambas fuerzas ahora es tal que subir el tono a las exigencias sería hasta suicida.

Díaz Ayuso no sólo se devoró a Cs (cuyo futuro en Madrid ahora dependerá de su poder municipal, ya que cogobierna la capital y varios ayuntamientos), sino que ha logrado ser un techo para Vox. Desde el punto de vista del «cuanto peor, mejor», este nuevo marco es una ventaja para el PP: si hubiera conseguido menos de 58 escaños (la suma de PSOE, UP y Más Madrid), su debilidad le hubiera obligado a incluir a la ultraderecha en el gabinete (o a hacer fuertes concesiones), lo que hubiera tenido un alto costo político no solo en el Estado español sino también para el PP en Bruselas.

Para la izquierda, este escenario era el más deseable después del triunfo. Pero no fue así y la buena situación en que ha quedado el PP madrileño es una obligada oportunidad para la izquierda para repensarse a sí misma. Es cierto que muchos madrileños venían contando a quien les preguntara que votaban a Ayuso y no al PP, pero el fenómeno social de la presidenta no puede ser excusa para no ver una realidad que debería, como mínimo, alarmar.

Los datos son preocupantes en lo que respecta a los sectores medio y bajo y a los históricos bastiones, tanto en el «cinturón rojo» del sur como en la ribera del río Henares, al este. También en los distritos capitalinos que suelen ser un poco más progresistas que el conjunto de la capital. En todos lados ganó Ayuso, pero la clave es la suma por bloques: la izquierda no ganó lo suficiente en donde debía.

Un empate técnico en las populosas Fuenlabrada y Parla, una derrota humillante en Alcorcón y un triunfo pírrico en Getafe y Leganés. Allí donde las tres formaciones debían sacar un diferencial para contrarrestar los éxitos de la derecha en el norte de la ciudad y en las localidades al pie de la Sierra de Guadarrama, no hubo esa diferencia. Incluso en Puente de Vallecas, el distrito más rojo de todo Madrid, las izquierdas empeoraron en un 7% su performance.

Esta desconexión entre los tres partidos y sus bases ya se ha cobrado su primera víctima: Pablo Iglesias deja la política partidaria. El hasta ahora jefe de la oposición regional, Ángel Gabilondo, tiene los días contados y nadie en el PSOE le pide que se quede. Mónica García es la esperanza y la única que puede festejar, pero tampoco tanto: obtuvo un 16,9%, con los medios de comunicación mucho más a su favor que en el caso de Iglesias.

El 8 de junio se constituirá la Asamblea y con estos resultados tan nítidos, Ayuso será investida antes del 8 de julio, cuando cierra el plazo para el primer intento. Génova usará este empuje para relanzar el liderazgo de Pablo Casado. Lo anunció él mismo, con otras palabras, la noche electoral desde el edificio que pronto será abandonado. Veremos si este soberanismo madrileño forzado y cañí que ha surgido le alcanza más allá del centro de la península.