V.E.
QUIÉN LO IMPIDE

Los años de los descubrimientos

Y ahí está, por fin, la película colosal que se le podía pedir a un festival como Zinemaldia. Una propuesta gigantesca, en efecto, pero hecha a partir de pequeños trozos, de gestos discretos, de momentos que parece que no importan… pero en realidad sí. Es la grandeza a la que se llega a partir de lo minúsculo; la que se conquista sin desprenderse nunca de la escala humana (de lo que nos hace humanos, vaya). Cine-mosaico: el precioso y emocionante testigo de un esfuerzo colectivo, en el que cada piedra tiene algo muy valioso que contarnos, y puede hacerlo de mil maneras distintas (lo entendemos muy pronto), como si cada fragmento tuviera voluntad propia.

“Quién lo impide” es un portentoso foco de contagio, primero de la efervescencia vitalista de sus jovencísimos protagonistas. Después del gusto por descubrir la sexualidad, la Alhambra, los placeres prohibidos, los sentimientos de los otros, la conciencia política, el cine de Rita Azevedo Gomes… Todo cabe en un cine que pide ser re-descubierto a cada cambio de secuencia. Es un grito tan vivo, tan joven, que dedica buena parte de sus energías a cuestionar enérgicamente los supuestos límites de ese lenguaje y ese formato que siente como herramienta, pero también como prisión. Esta película de películas (que miran otras películas) es una fuerza incontenible, que vibra; que hace que todo vibre a su alrededor. La complicidad con los actores / personajes / personas es total, es por esto que incluso cuando miente, parece que Jonás Trueba sigue contando la verdad. Y sigue, y sigue...