Víctor ESQUIROL
DONOSTIA
ZINEMALDIA

Concha de Oro para Alina Grigore, el azote de la Rumanía rural

Conmoción en el Kursaal tras el anuncio de una Concha de Oro llamada a levantar polémica. La cineasta rumana Alina Grigore se corona en Zinemaldia gracias a su ópera prima, «Crai Nou (Blue Moon)», un retrato extremo del mundo rural. Completan el palmarés la actriz Jessica Chastain y la directora Tea Lindeburg, otra brillante debutante.

Lo decía ayer y hoy, visto lo visto, toca repetirlo. La 69ª edición de Zinemaldia presentó una Sección Oficial tan espectacular, que casi que los premios iban a ser lo de menos. Y en efecto, toca reafirmarse en la convicción de que lo importante, no solo en este, sino también en cualquier otro gran festival, es que este demuestre capacidad para congregar a talento. Aquel que ya conocíamos, claro, pero también aquel que todavía teníamos que conocer. En este sentido, son pocas las quejas que se pueden poner al equipo de programación comandado por José Luis Rebordinos. Al revés, pues con este ya irán dos años consecutivos en los que la competición por la Concha de Oro se comporta, durante todos los días de concurso, con la entidad, riesgo e importancia que se le presuponen a un certamen del calibre de Zinemaldia. Y de verdad que no es nada fácil estar a la altura de la historia de una institución tan gigantesca como esta, pero de verdad también que el presente que esta nos está dibujando, es tan vibrante, estimulante y, por supuesto, esperanzador, que a partir de aquí cuesta horrores enfadarse con el palmarés. Las decisiones de este, recordemos, dependen de unas pocas personas. Cinco, para ser exactos.

 

Habló Dea Kulumbegashvili

La última reina de Zinemaldia, la autora de aquella revelación titulada “Beginning”, subió al escenario del Kursaal en calidad de presidenta del jurado y luciendo una semi-sonrisa que ya presagiaba alguna de las sorpresas que estaban por venir. La más gorda fue, por supuesto, la que marcaría el resto del palmarés. La Concha de Oro (el premio a la Mejor Película de la Sección Oficial a competición, vaya), el honor cinéfilo más grande al que se puede aspirar en Donostia, fue para “Crai Nou (Blue Moon)”, de la rumana Alina Grigore. Exacto, la que seguramente supusiera la película más insufrible de todo el concurso. Una experiencia con un fuerte punto de «invisionabilidad», cuyo principal propósito es el de ajustar cuentas, de manera muy hostil, hacia precisamente un mundo que rebosa hostilidad.

“Blue Moon” es la –desesperante– historia de una chica atrapada en un pueblo de Rumanía (como, de hecho, lo estuvo la propia directora y guionista en su infancia y juventud), que intenta huir desesperadamente hacia la gran ciudad de Bucarest, o sea, hacia el refugio de la civilización.

La intención de la directora Alina Grigore con todo esto es la de arremeter contra la barbarie de un territorio, y de unas gentes, y de unas costumbres que anulan la voluntad del individuo. Especialmente la de las mujeres. La familia y los negocios de los adultos vistos aquí como híper-desagradables herramientas de sometimiento hacia un mundo femenino al que se le niega cualquier posibilidad de prosperar.

Tesis y combatividad social que por supuesto aplaudo: porque está del lado desfavorecido y porque azota inmisericordemente a los tiranos que azotan a los demás. Pero ahí está parte del problema de la propuesta. Ahí está el agujero por el que opino que hace aguas, de hecho. En la inmersividad propuesta por Grigore. Para entendernos, “Crai Nou (Blue Moon)” está planteada como una especie de cuadro impresionista, en el que todo lo que vemos y oímos ha tenido que pasar previamente por el filtro distorsionador de una persona (la joven protagonista de esta historia) cuyos sentidos, nervios y sensibilidad han quedado destrozados por la crueldad que la rodea. O sea, que el público se convierte en otra víctima de dicho caos; de esa aberrante injusticia a la que debemos llamar sociedad. Tomar a la audiencia como rehén es un gesto con el que evidentemente no puedo estar a favor. Pero, de nuevo, cabe aplaudir el riesgo en la programación de Zinemaldia, un festival al que cuando una apuesta parecía salirle mal, igualmente dejaba por el camino decisiones contundentes, de una radicalidad artística que por supuesto debe protegerse. No está de más recordarlo: a grandes certámenes como este hemos venido a jugar; a someternos a esas pruebas de fuego que, para bien o para mal, vamos a recordar durante mucho tiempo. Y es que a Dea Kulumbegashvili hay que quererla siempre, pues acierta incluso cuando parece que tropieza. Esto, exactamente, es lo que debe definir a los grandes festivales como Zinemaldia.

 

El otro palmarés

Lo curioso, o no, es que el resto de premios se otorgaron con una clarividencia absoluta. Como si los miembros del Jurado se hubieran conjurado para hacer saltar la campanada ahí donde su repicar iba a oírse con más fuerza... y como si después quisieran recordarnos que no estaban locos. Ya con la sangre enfriándose, olió todo a genialidad. Para muestra, un botón: el del Premio Especial del Jurado (o sea, la medalla de plata de la Sección Oficial), que fue para una «hija» de Zinemaldia. La francesa Lucile Hadzihalilovic alargó su idilio con el festival (después de “Innocence” y “Evolution”) gracias a su tercer trabajo como directora, “Earwig”, impresionante cuento de terror de una sensorialidad exuberante.

Los aciertos siguieron repartiéndose en las categorías actorales, que recordemos que se dividieron entre Mejor Interpretación Principal y Secundaria (y no entre hombres y mujeres, como se ha venido haciendo toda la vida). La primera categoría se resolvió con un ex aequo cargado de razón: Jessica Chastain por su omnipresente papel en “The Eyes of Tammy Faye” y la enérgica Flora Ofelia Hofmann Lindal por “As In Heaven”. No fue el único galardón para la cinta danesa, que revalidó su condición de gran revelación de este Zinemaldia con la conquista del Premio a la Mejor Dirección, otorgado a la debutante en el largo Tea Lindeburg.

Volviendo a los actores, el premio a la Mejor Interpretación secundaria fue para el multitudinario y jovencísimo elenco de “Quién lo impide”, de Jonás Trueba. La película más impresionante vista este año en Donostia no podía irse de vacío, y por suerte fue secundada por el Premio de la Crítica. Por último, Claire Mathon se hizo con el premio a la Mejor Fotografía por su trabajo en “Enquête sur un scandal”, y el maestro Terence Davies (otro ilustre fijo de la cita) fue honrado con el premio al Mejor Guion, por su lírico homenaje a la figura de Siegfried Sassoon en “Benediction”. Hubo alegría para todo el mundo. Incluso para Alina Grigore. Especialmente para Alina Grigore. Aplausos y conmoción en el Kursaal. Esto es un gran festival.

PALMARÉS

• CONCHA DE ORO A LA MEJOR PELÍCULA
“Blue Moon” Alina Grigore

• PREMIO ESPECIAL DEL JURADO
“Earwig” Lucile Hadzihalilovic

• CONCHA DE PLATA A LA MEJOR DIRECCIÓN
Tea Lindeburg “As in Heaven”

• CONCHA DE PLATA A LA MEJOR INTERPRETACIÓN PROTAGONISTA (EX AEQUO)
Flora Ofelia Hofmann Lindahl “As in Heaven” Jessica Chastain “The Eyes of Tammy Faye”

• CONCHA DE PLATA A LA MEJOR INTERPRETACIÓN DE REPARTO
Elenco de la película “Quién lo impide”

• PREMIO DEL JURADO AL MEJOR GUION
Terence Davies “Benediction”

• PREMIO DEL JURADO A LA MEJOR FOTOGRAFÍA
Claire Mathon “Enquête sur un Scandale d'état”

• PREMIO IRIZAR AL CINE VASCO
“Maixabel” Icíar Bollaín
MENCIÓN ESPECIAL
“Kuartk Valley” Maider Oleaga