Iker BIZKARGUENAGA
Interview
IGOR ORTEGA SUNSUNDEGI
PROFESOR E INVESTIGADOR EN MONDRAGON UNIBERTSITATEA

«El valor del modelo sigue siendo la participación activa de la gente»

Recién doctorado con sobresaliente cum laude, Igor Ortega explica que su tesis es un ejercicio de comprensión de los valores y aspiraciones que caracterizaron los albores del movimiento cooperativo. Un pensamiento que, señala, trasciende a la empresa.

El modelo cooperativo de Mondragon lleva siendo objeto de estudio desde hace décadas, y más allá de valoraciones elogiosas o de críticas, ha desarrollado un sello reconocible como sistema de gestión empresarial. Igor Ortega ha querido desentrañar qué movió a sus fundadores.

El título de su tesis, “La Contribución de los Fundadores del Cooperativismo de Mondragon al Pensamiento Cooperativo”, es bastante elocuente, ¿qué le ha llevado a elegir este tema?

Creo que el modelo cooperativo es un gran desconocido en nuestro tiempo. A lo sumo, se identifica con un modelo de empresa peculiar sostenido en una serie de principios. Mi principal motivación respondía al deseo de indagar en las aspiraciones sociales, los valores, las bases ideológicas y filosóficas que se encuentran en la génesis del paradigma cooperativo.

Para ello, en la investigación estudio los procesos por los cuales surge y se desarrolla el modelo cooperativo, fijándome en las primeras prácticas asociativas de los sectores trabajadores, las formulaciones de los socialistas asociacionistas de la primera mitad del siglo XIX, la contribución de los pioneros de Rochdale y los principales debates que van dando forma al pensamiento cooperativo. Después he analizado la concepción cooperativa de los fundadores de Mondragon para identificar las contribuciones originales que realizaron al desarrollo del pensamiento cooperativo. A pesar de la relevancia de Mondragon era un tema poco estudiado. La tesis es un modo de poner en valor la contribución del cooperativismo vasco.

¿Ha habido algo que le haya sorprendido durante su labor de investigación?

Son muchos los aspectos que me ha permitido descubrir este intenso proceso de investigación. Destacaría la rica y detallada elaboración de su concepción cooperativa. Pero quizá el aspecto que más me ha maravillado es la consistencia que adquieren los principios y los valores cooperativos como mecanismos de resolución de los retos de las cooperativas de trabajo asociado. Hoy, quizá, en el propio mundo cooperativo la práctica habitual pasa por buscar la inspiración a los retos en las soluciones planteadas por las empresas convencionales. En los fundadores de Mondragon llama la atención la actitud constante de encontrar respuestas originales y creativas desde los propios mimbres que ofrece el paradigma cooperativo. La asociación, la participación responsable y solidaria de las personas, y la implicación de la comunidad son las bases por las que dan respuesta a retos como la organización eficiente del trabajo, la financiación o la cualificación técnica de las cooperativas, aspectos cruciales de la viabilidad empresarial de las cooperativas de trabajo asociado.

Lo que se analiza son fundamentalmente los albores de un modelo de cooperativismo industrial. ¿Fue un elemento rompedor en aquella época? ¿De dónde partía la situación del cooperativismo en Euskal Herria?

Si se analiza el contexto desde el punto de vista del desarrollo del movimiento cooperativo, sorprende que a finales de la década de 1950 los fundadores de Mondragon optaran por el modelo de trabajo asociado. En Euskal Herria la Guerra Civil y la dictadura franquista barrieron las experiencias cooperativas previas.

Pero, además, en el plano internacional, las cooperativas de trabajo asociado eran fuertemente cuestionadas. Por un lado, frente a las grandes organizaciones del cooperativismo de crédito y de consumo, las cooperativas de trabajo asociado aparecían como entidades precarias de dudosa viabilidad empresarial. Por otro lado, los partidarios de la ideología de la hegemonía del consumidor ponían en duda la vocación transformadora de éstas. Las cooperativas de trabajo asociado eran concebidas como pequeñas agrupaciones de obreros que, guiados por impulsos egoístas y exclusivistas, acababan erigiéndose en una nueva clase de patronos empapados de espíritu capitalista.

La gran contribución de los fundadores de Mondragon consistirá en establecer las bases teóricas y conceptuales que sostienen el despliegue exitoso del cooperativismo de trabajo asociado. Lo hacen, además, identificando originales dispositivos normativos que garantizan su vocación transformadora.

Cuando habla de «pensamiento cooperativo», ¿se refiere a algo más que a un modelo de empresa?

Sí, así es. En su desarrollo histórico la noción del cooperativismo no se agota en los límites de la empresa. Es, más bien, un sistema de ideas y valores, sustentado en una concepción concreta del ser humano y de la sociedad, que aspira a organizar la sociedad y las relaciones humanas de acuerdo a la misma. Este pensamiento cooperativo va tomando cuerpo a través de importantes debates, como la relación a mantener con las estructuras del Estado, la posición respecto a las diferentes corrientes socialistas o el objetivo de cooperativizar el conjunto de la organización económica y social. Recuperar esta noción me parece especialmente interesante en cuanto permite dotar de una mirada propia al paradigma cooperativo frente a las lógicas del capital y el Estado.

En este contexto de parálisis de las dinámicas emancipadoras creo que puede abrir el espectro de soluciones innovadoras frente a los retos sociales de la actualidad.

¿Cuáles fueron los principios, no solo empresariales sino también sociales, incluso ideológicos, que guiaron a aquellas personas?

Destacaría ante todo su compromiso comunitario. Más que crear cooperativas, su propósito consistió en activar un proceso de promoción social y comunitario que permitiera la emancipación de los sectores trabajadores. En su concepción, ese es el elemento que justifica la razón de ser de la cooperativa. Comienza por la transformación de la empresa y continúa con la constitución de instituciones comunitarias que eliminen los privilegios de clase. El horizonte transformador apunta hacia un nuevo modelo de relación y convivencia social que supere las lógicas del capitalismo pero sin caer en las alternativas centralistas y despersonalizadas que proponían algunas corrientes del marxismo.

¿Las características particulares de la sociedad vasca ayudaron a la gestación y desarrollo de ese modelo cooperativo?

Los fundadores del cooperativismo de Mondragon eran conscientes que el desarrollo de su modelo sólo era posible sobre la base de unas densas relaciones comunitarias. En sus comienzos incluso dudaban de su extrapolación a la realidad de las grandes urbes. El modelo se sustentaba en la hibridación entre cooperativas y comunidad. Por un lado, las cooperativas son concebidas como instrumentos de desarrollo comunitario, con mecanismos que establecen la participación de la comunidad en los beneficios de la cooperativa. Por otro lado, en correspondencia, se espera que los recursos de la comunidad, como el ahorro o la capacitación técnica, sean movilizados para que el movimiento cooperativo progrese. La Caja Laboral Popular o la Escuela Profesional son concebidas como entidades facilitadoras de la participación comunitaria.

A mi juicio, una de las ideas más potentes de los fundadores es la concepción de las cooperativas como mecanismos de acción económica que tiene a su disposición la comunidad social para su propio desarrollo económico y social.

Todo esto solo es posible sobre la extensión de un ethos comunitario y valores como la solidaridad, el compromiso social o la eficiencia del trabajo que, por suerte, sí operaban en parte de la sociedad vasca.

El cooperativismo de Mondragon se gestó en una época determinada que apenas tiene que ver con la actual, ¿cómo han llevado el tránsito las cooperativas?

En la medida en que las cooperativas están formadas por personas normales y corrientes no dejan de ser reflejo de los cambios producidos en la sociedad. La concepción del trabajo o los valores como la austeridad han dado paso a otra serie de aspiraciones y expectativas. Las dinámicas del mercado son también mucho más exigentes. Hoy quizá el equilibrio entre los intereses individuales y colectivos es más precario, y las posibilidades de conjugar las expectativas personales con las posibilidades de la cooperativa, en un contexto de exigencia de los mercados, es también más complicado. De todos modos, creo que las cooperativas, con toda su variedad de casuísticas, se están adaptando razonablemente bien.

¿Sigue siendo válido el modelo en un momento en el que las dimensiones empresariales son cada vez mayores, de carácter transnacional?

La dimensión y la multilocalización internacional ha sido una de las estrategias adoptadas para garantizar la viabilidad empresarial de las cooperativas en las condiciones de la globalización. Hoy es una percepción compartida que ha sido una vía imprescindible para garantizar la actividad y el empleo en Euskal Herria. Pero es evidente que la dimensión y la complejidad dificultan una vivencia de apropiación fuerte por parte de la persona asociada. Es otra muestra de los dilemas que enfrentan las cooperativas. En este caso entre los principios de eficiencia y participación.

Mondragon ha sido objeto de grandes halagos, también de críticas, pero sobre todo ha sido objeto de estudio. ¿Cuál es su trascendencia fuera de Euskal Herria? ¿Ha dejado poso?

Las cooperativas no son un oasis a salvo del contexto de la globalización capitalista. Tampoco son la utopía socialista encarnada. Tienen el margen que tienen. El valor del modelo creo que continúa consistiendo en la participación activa y responsable de las personas en el desarrollo de una empresa común, que reparte de una manera equitativa y socialmente responsable la riqueza colectivamente generada.

Creo que eso es lo que especialmente se valora de Mondragon en el exterior. Es la evidencia de que la gestión de la empresa industrial moderna es viable desde valores que incidan en la centralidad de la persona y el compromiso social. Mondragon hoy es una de las referencias imprescindible en la construcción de las utopías reales que mencionaba Olin Wright.