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REGRESA LA MENDI IBILALDIA: «82 AñOS, 80 CAMINOS»

Después de tres años de ausencia por la pandemia, este domingo se retoma la 80ª edición de la Mendi Ibilaldia, una marcha que hasta antes de paralizarse todo se había organizado ininterrupidamente durante 79 años y en cada edición, además, el recorrido había sido diferente.


Que la pandemia del covid ha pegado fuerte en todo el planeta es de sobra conocido. Pero que el mundo entero, y el deportivo en especial, se está levantando, también. Que se lo digan al CD Fortuna, sabedor más que nadie de todas las adversidades que ha tenido que ir superando a lo largo de su historia para poder sacar adelante sus actividades. Hoy queremos traer una de las más especiales: la Mendi Ibilaldia, que este domingo retoma su marcha tres años después para celebrar la 80ª edición.

Creada en 1941 con el objetivo de divulgar o dar a conocer lugares y recorridos sobre las montañas de nuestro país, se ha celebrado cada año, 79 años seguidos, hasta que la «maldita pandemia», como lo define su presidente Enrique Cifuentes, causó semejante trastorno. «Ahora tenemos que decir: ‘82 años, 80 caminos’», explica apenado.

Esta prueba tiene otra peculiaridad: cada edición tiene un recorrido distinto, con la dificultad que ello entraña y a pesar de que es inevitable pisar un trozo de otra marcha. «Una vez se hizo un mapa de recorridos en la 50ª edición y aquello parecía un plato de espaguetis, con todas las líneas que se cruzaban en el mapa. Imagínate ahora con 80...», relata el organizador de la prueba desde 1974 cuando aún era colaborador.

Este domingo se celebrará la 80ª edición con el recorrido diseñado para 2019: Irurita-Xuriain-Egozkue gaina-Baratxueta-Atarrabia, de 44 kilómetros y un desnivel positivo de 2.300 metros que prevén completar entre 9 y 11 horas. También existe la posibilidad de realizar la mitad del camino en unas seis horas. Las inscripciones estarán abiertas hasta mañana en la web del CD Fortuna.

Muchos se preguntarán cómo se organiza una marcha de esta características. Cifuentes explica que no es hasta otoño, hacia octubre, cuando se ponen en serio. «Una vez que hacemos las 6-7 salidas de preparación de cada travesía, hay otras tareas que hacer: contratar autobuses, hablar con ayuntamientos y alcaldes de las localidades a las que se llega… Además, si atraviesas un parque natural hay que pedir mil permisos, te marean y la burocracia tarda bastante».

Ahora la tarea es algo más sencilla, pero desde los inicios hasta ahora han notado grandes cambios. Los más significativos, los mapas. «Cuando yo empecé en esto, íbamos con el mapa 1:50.000 del Servicio Geográfico del Ejército, también llamado mapa catastral 1:50.000. Te puedes imaginar el éxito que tenían… Había caminos que no existían. Los que sí existían no estaban. Había mucha imprecisión. Tenías que ir sobre el terreno a buscar como un sabueso».

Sin embargo, «el cambio definitivo llegó con Internet, el GPS, aplicaciones como Wikiloc, Google StreetView… Combinando unos con otros, te puedes hacer una idea de por dónde hay caminos y por dónde no. Son herramientas que no podías ni soñar hace 30 años», explica.

Aunque hoy en día no nos parezca tan importante, incluso el teléfono móvil fue «una pequeña revolución», subraya el presidente del Fortuna. «Antes salíamos de aquí el viernes o sábado y no sabíamos nada de nada hasta que llegaba el primer participante. Estábamos completamente aislados», relata.

Además de los buenos momentos en la montaña, la Mendi Ibilaldia tiene muchísimas anécdotas. Ya solo viendo el comienzo en los inicios del propio Cifuentes, tras lo vivido en las dos primeras ediciones, fue «como para desistir», admite. En la primera de ellas, en 1974, un comando de ETA atracó la CAF de Beasain y se escaparon por los montes por donde transcurría la marcha del Fortuna. La travesía se tuvo que suspender y se hizo más tarde. Pero es que al año siguiente tampoco tuvieron suerte. «Antes se marcaba el recorrido con unos banderines, que eran un papel atado a un palo de madera. Con la ventisca y la lluvia el papel se iba a tomar viento, nunca mejor dicho. Ya no había banderín y tuvimos que dar la vuelta», relata.

Hay otros sucesos como para recordar, como cuando llegaron a un pueblo el que no era y tuvieron que recorrer otros 3 kilómetros hasta el final, o como cuando «un gracioso nos cambió las marcas para que pasáramos por su pueblo en Araba», comenta. En Bardenas, por su parte, han vivido las dos caras de la misma moneda. En la primera, el calor fue «asfixiante» y la gente llegaba «extenuada». En cambio, diez años después, en 2000, se puso a llover intensamente. «Llevabas un kilo de arcilla debajo de cada pie y los autobuses, que estaban en el Santuario de Sancho Abarca, en el alto de una colina, tuvieron que bajar uno a uno, pasándose la cadenas porque las ruedas patinaban».

La de 2013, «la más complicada»

Sin embargo, si hay una edición que Enrique Cifuentes recuerda como «la más complicada, peligrosa y terrible», esa es la de 2013, en Behe Nafarroa y Zuberoa. «Los cuatro días, incluido el de la marcha, estuvo lloviendo, era un barrizal completo, había niebla, frío, no podías casi ni manejar las manos. Prácticamente no tenías cobertura en ningún control. El riesgo sabías que era fuerte. Se podía perder alguien. A veces te esfuerzas en marcar, pero con la niebla y el camino es difuso, no hay árboles. Estuvimos sufriendo hasta el final y hasta que apareció el último. Yo mismo tuve que hacer una incursión por una de las campas con la furgoneta en la niebla, sin cobertura, y me encontré un charco en la mitad con el riesgo de quedarme allí sin cobertura. Me arriesgué, metí la primera, pasé… Si fuera creyente diría gracias al cielo», relata.

A pesar de que estas historias puedan desmoralizar, «hay otras veces que te hace buen tiempo y te lo pasas muy bien, hay buen ambiente… Se crea un buen ambiente para poder mantener ese espíritu», que es a lo que se agarran esas personas fieles a esta marcha, cuya participación de la mujer este año ha subido del 25,5% de 2019 al 27%.

Otra novedad en esta edición es que se va a comenzar a reducir el uso de botellines para sustituirlos por bidones con grifo con el fin de que cada participante lleve su botellín o cantimplora, se use menos plástico y se promueva cierta autosuficiencia, siempre en un ambiente agradable. De hecho, como bien explica su organizador, «cuando se acaba la marcha y ha salido todo bien, tienes la sensación de haber completado una página más de la historia del club». Que así sea, mínimo, por otros 80 años más.