Mikel INSAUSTI
DONOSTIA
CRÍTICA: «NO MIRES A LOS OJOS»

Personas adultas jugando al amigo imaginario

A“No mires a los ojos” (2022) le faltan rítmo y humor. Y es que el grueso de producciones de Tornasol son adaptaciones de obras literarias tal cual, carentes de alma o de vida propia más allá de la lectura de corrido. Y con la novela de Juan José Millás “Desde la sombra” no hay una traducción a imágenes dinámica, debido a que la película se toma demasiado en serio a sí misma y se hace muy pesada. El pretendido surrealismo que parece anunciar el cartel de la película se va diluyendo, sin llegar a trastocar nada. Los escenarios son mínimos, apenas los interiores de una villa y un oscuro decorado que hace las funciones de set de televisión. Todo se reduce al infantil juego del amigo imaginario practicado por personas adultas.

El reparto entero actúa en un tono muy apagado, hasta el punto de que se les nota cierto agarrotamiento, como si tuvieran miedo de soltarse. No casa con lo que se supone la ilustración de una especie de realidad paralela, ese otro lado del espejo que deforma lo cotidiano. Las entrevistas resultan muy estiradas y solemnes, tanto cuando las conduce Juan Diego Botto como cuando lo hace Iñaki Gabilondo. No se insertan en la recreación subjetiva del protagonista, y las anécdotas que cuenta quedan muy lejanas, sin el más mínimo interés para el público, ni para el de ficción ni para el que está en la sala aburriéndose como ostras. El arranque es lo único prometedor de la película, iniciada con la loca huida del carpintero Damián, una vez que le ha sido comunicado su despido de la empresa en la que llevaba trabajando veinte años. Le mueve la rabia, y por eso sus actos son incontrolados, hasta que la furia se apaga y el relato se torna de lo más somnoliento.