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CRÍTICA: «CORTEN!»

Claqueta sangrienta


Hace cinco años, el cineasta y guionista japonés Shinichirô Ueda dirigió un explosivo filme titulado “One Cut of The Dead”, en el que elaboró una aplicada sátira que, tras su apariencia de serie B, abordaba los modelos fílmicos y, sobre todo, rendía tributo a los artesanos del medio que echaban mano de su propia inventiva para sacar a delante sus proyectos por muy disparatados que estos fueran. Para tal fin imaginó un equipo de rodaje que, en su empeño por rodar una película de muy bajo presupuesto en torno a un apocalipsis zombi, chocaba de bruces con una horda de muertos andantes reales. Estos mismos mimbres son los que ha utilizado el cineasta francés de origen lituano Michel Hazanavicius para plasmar en secuencias su propia lectura de la industria cinematográfica. Tras sus anteriores “The Artist” y el biopic “Mal genio, a propósito de Godard”, Hazanavicius vuelve a incidir en la trastienda cinematográfica con una obra en clave de comedia negra y salpimentada de riadas de sangre en la que lo grotesco se fusiona con una extraña manera de demostrar el amor por el cine.

Romain Duris, Bérénice Bejo y Grégory Gadebois conforman el trío protagonista de este divertimento en el que asistimos a la obsesión constante de un director de cine que antepondrá su deseo de terminar su película por encima de todo. Todo en “¡Corten!” parece de saldo, una opción premeditada que le permite al director hacer un mayor énfasis en su discurso, el cual se concreta en un festival histriónico que jamás elude el riesgo de la desmesura.