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JOPUNTUA

La confrontación son los otros


Uno de los mayores errores de cálculo que ha cometido el PSOE en esta legislatura es considerar que una Catalunya pacificada y con una Generalitat bajo su control iba a significar de forma automática el fin de los conflictos de índole constitucional. La teoría parecía sencilla. Si se elimina al independentismo de las instituciones, se acaba con el foco de confrontación al Estado y, con ello, se resuelven de una vez los choques entre poderes. Es un error que parte de la miopía o, quizás peor, de haberse creído su propio relato.

Lo que ha ocurrido en los últimos años es que la confrontación ha llegado desde ciertos poderes del Estado hacia las instituciones catalanas de forma mucho más frecuente que a la inversa. De hecho, ese es el origen del procés, ahora tan lejano. Y digo deliberadamente que los ataques han sido contra las instituciones catalanas, en conjunto, y no contra el independentismo. Porque, llegado el caso, poco ha importado cuales fueran las ideas o la condición de quien ostentara ciertos cargos; han recibido las mismas arremetidas. Sin clemencia.

Ahí está el caso de Josep Lluís Trapero, un hombre que nunca tuvo interés en ayudar al independentismo y que de hecho preparó un plan para detener a Puigdemont en los días álgidos del procés. La furia de los tribunales la han padecido entidades culturales, leyes con amplio consenso, la educación en catalán en conjunto y cualquiera que se pusiera a tiro.

Estos focos de confrontación judicial contra Catalunya, como vemos ahora, pueden quizás moderarse ante Illa, pero no tienen ninguna razón para acabar. Van a seguir con la aplicación de la amnistía, probablemente contra leyes del Parlament, y ya veremos qué trato dispensan los jueces a los Mossos. La única diferencia es que antes el PSOE y el PSC podían mirarlo todo desde la barrera y ahora tienen el reto de terciar o, como mínimo, hacer malabares entre el respeto a la judicatura y la defensa de instituciones que ocupan. Está por ver qué tal se les da.