FEB. 01 2015 Análisis | Ofensiva kurda contra el Estado islámico ¿A quién le importa Kobani? Tras varias coberturas en la región, el periodista especializado en Kurdistán apunta a que la reciente liberación de la ciudad kurda de Kobani puede ser el pistoletazo de salida para una reconfiguración integral de Oriente Medio. Karlos Zurutuza Periodista Han sido 135 días de resistencia heroica indudable y, no lo olvidemos, ataques aéreos de la llamada «coalición internacional». Kobani ya está oficialmente liberada. Durante más de cuatro meses, la pequeña ciudad fronteriza ha sido el escaparate a través del cual el resto del mundo descubría que en Siria también hay kurdos, y que éstos defienden la primera trinchera frente al Estado Islámico. Y también ha servido para destapar a los ojos del gran público la postura de Turquía, que bloqueaba la entrada de ayuda humanitaria al enclave mientras facilitaba la de los yihadistas. Algunos esgrimen argumentos como el de que Turquía «no quiere una región autónoma kurda en Siria similar a la de Iraq». Está claro que se ha hablado mucho de Kobani durante estos cuatro meses, pero prácticamente nada con los kurdos de Siria. Lo cierto es que Erdogan, el actual presidente turco, estaría encantado con dicho escenario. Ankara produce prácticamente todo lo que importa Erbil, y su suministro energético depende en gran medida del grifo de Barzani, líder tribal y Presidente del KRG. Además de unas excelentes relaciones comerciales, Ankara y Erbil han sido aliados estratégicos en episodios tan vergonzantes para los kurdos como el embargo al que ambos han sometido a Rojava (Kurdistán Oeste) durante los últimos años. Todos vimos las imágenes de los peshmerga entrando en Kobani para ayudar «a sus hermanos kurdos», pero no aquellas que les retrataban cavando una zanja entre Kurdistán Oeste y Sur para impedir la entrada de todo de suministros, vitales para los kurdos de Siria. Erdogan apostaría sin vacilar por un «Barzanistán» en Siria: las empresas turcas se encargarían de su reconstrucción alimentadas por el petróleo barato del cantón de Yazira, y lo que es más importante: Ankara contaría con un nuevo aliado estratégico para contrarrestar la influencia de Irán en la región desde la misma Siria. Pero resulta que el modelo que persiguen los kurdos de Siria nada tiene que ver con el de los de la vecina Iraq. Desde que fuera establecido en la clandestinidad en 2003, el PYD (Partido de la Unión Democrática), que lidera el movimiento revolucionario, se ha definido como «un partido que comparte la ideología del PKK». «Los estados solo administran mientras que las democracias gobiernan. Los estados están fundados en el poder, las democracias están basadas en el consenso colectivo», escribía Oçalan hace ya diez años mientras detallaba el concepto de «confederalismo democrático». La primera puesta en práctica de dicho modelo ha llegado de la mano de los kurdos de Siria en los tres enclaves -Afrin, Kobani y Yazira- bajo su control. Su apuesta, que es la de Oçalan, no desafía la territorialidad de Oriente Medio, pero sí a los órganos de poder. Hablamos de municipalismo y descentralización frente al centralismo monolítico endémico a la región. O lo que es lo mismo, «comunidades que toman y ejecutan sus propias decisiones; democracia radical; autodeterminación directa», como trasladaba a este medio Salih Muslim, copresidente del PYD. Muñecas rusas. Barzani gobierna un Estado de facto pero Kobani le recuerda, tanto al kurdo como a Erdogan, que el PKK sigue siendo la fuerza política y social principal de entre un pueblo de 40 millones de individuos. Tras haber dado sus primeros pasos en el norte de Siria, el «confederalismo democrático» puede seguir su andadura hacia el norte de Kurdistán. Al «Estado dentro del Estado» turco se le podrían sumar una miríada de «micro-estados» kurdos. Erdogan, que se sigue mirando en el espejo como el gurú del otomanismo 2.0, se vería obligado a gestionar una Turquía reducida a un juego de muñecas rusas, esas que se esconden una bajo la otra. Y no es el único preocupado. Masacrados por el ISIS y abandonados por los peshmerga en agosto de 2014, los yezidíes de Kurdistán Sur enarbolan hoy la bandera del PKK, los que les socorrieron, mientras reclaman su propia región autónoma. Al igual que su vecino turco, Barzani identifica «autonomía» con «separación» y se echa las manos a la cabeza. Por si fuera poco, se trata de una demanda que tiene un antecedente en otro proyecto para una región autónoma, la de los asirios, cuyo territorio continúa bajo control del ISIS. En su último libro «Out of Nowhere: The Kurds in Syria in Peace and War» (Hurst-Co, 2014), el experto en Kurdistán Michel M. Gunter asegura que tanto los kurdos como el ISIS juegan un papel fundamental a la hora de redefinir el mapa de Oriente Medio. Entre otros paralelismos, el académico estadounidense subraya el de que ambos han establecido «modelos trans-estatales tras el vacío de poder dejado por el colapso virtual de los estados sirio e iraquí». Hablamos de Turquía, Siria e Iraq, pero sin pasar por alto la reciente ofensiva de Teherán contra los kurdos en su territorio. Históricamente enfrentadas, las potencias regionales en Oriente Medio se unen, e incluso llegan a simultanear ataques cuando se trata de los kurdos. Lo dicho, la «cantonización» no desafía a las fronteras trazadas hace casi ya un siglo; va mucho más allá. Por el momento, Kobani ha marcado un punto de inflexión en el hasta ahora imparable avance del ISIS, que también empieza a dar muestras de debilidad en Mosul (se habla incluso de deserciones). La ciudad mártir recuerda a las fuerzas «tradicionales» en la región que el souflé wahabita acabará por desinflarse, pero que los kurdos se quedarán donde siempre han estado. «Kobani marcará un antes y un después», transmitía a este mismo medio el pasado otoño Redur Xalil, comandante y portavoz de las YPG. El tiempo dirá si el miliciano estaba en lo cierto, pero todo apunta a que, muy probablemente, sean los kurdos los que tengan las nuevas llaves de Oriente Medio.