Si en términos económicos se viene hablando mucho del fin de la clase media, el mundo de la pelota profesional es quizá un ejemplo quizá agudizado de lo que se ha venido llamando como el efecto del «reloj de arena», con las clases altas y bajas cada vez más separadas, con una clase media muy debilitada y empobrecida, incapaz de cubrir la brecha. El caso de Ekaitz Saralegi, un pelotari «demasiado mayor para segunda y malo para primera» como él mismo se definió con ironía en tiempos de escasez de partidos, no es sino sino un eslabón más de una cadena que viene repitiéndose con cada vez más insistencia entre las dos grandes empresas. Pascual, Mendizabal I, Olazabal, Peñagarikano, Olaizola I, Martínez de Eulate y otros muchos más son ejemplos de la pérdida de peso de ese rol tan importante no hace mucho como el de «el pelotari de empresa».

Al margen de las formas, la particularidad del caso del delantero de Amezketa es quizá la constatación de que ni siquiera los resultados deportivos son un seguro de continuidad. La condición de semifinalista los dos últimos años del Cuatro y Medio no ha sido suficiente argumento para la continuidad de Saralegi, cuando todos teníamos asumido que «los cuatro primeros mantienen su condición de cabeza de serie para el año que viene».

Sin embargo, hoy en día son otros los parámetros que rigen las decisiones de unas empresas con cada vez más problemas para programar festivales, en los que se está imponiendo la costumbre de programar dos partidos frente a la tradición de tres partidos por función.

Perfiles muy marcados

En esta tesitura, la importancia de aquellos pelotaris capaces de cubrir cualquier hueco ante cualquier imprevisto ha decrecido mucho y las empresas tienen muy claro los perfiles de pelotaris que quieren para sus cuadros; primeros espadas que sirvan como reclamo del gran público y futuras estrellas o pelotaris prometedores a los que ofrecer sus primeros contratos.

No hay más que echar un vistazo a los cuadros de Asegarce y Aspe para darse cuenta de su política de contrataciones, en las que el número de pelotaris que hayan cumplido los 30 se reduce a 10, excluyendo ya a Saralegi; Apraiz (30), Begino (34), Bengoetxea VI (30), Berasaluze (37), Olaetxea (30), Olaizola II (35), Zubieta (30), Aritz Lasa (31), Barriola (36), Martínez de Irujo (33) y Xala (35).

En total, sin el amezketarra y a la espera de que Irribarria debute el próximo 22 de marzo, actualmente son 45 los pelotaris profesionales (24 de Asegarce y 21 de Aspe), con una media de edad de 25,3 años, más baja en el caso de la promotora eibartarra con un promedio de 24,3.

Comparando estos datos con los de 2014 a estas alturas de temporada, hay dos profesionales menos, eran 47 en febrero y la comparativa en edad es muy significativa, disminuyendo punto y medio, a pesar de que son mayoría los que han continuado.

Estando en la época del año en la que más pelotaris están compitiendo, entre el Parejas de primera y el de Promoción cada fin de semana las promotoras necesitan 28 pelotaris para cumplir con sus compromisos, y los problemas son para esos 17 que han quedado fuera.

Las sustituciones -sin la posibilidad que había hace unos años de hacerse con la opción de ganarse la plaza- son un salvavidas para varios pelotaris, pero las necesidades irán disminuyendo en las próximas semanas con el corte de semifinales, con lo que el embudo será cada vez más estrecho.

Las recientes renovaciones por nueve meses de Apezetxea y Larrinaga, justo hasta terminar con la temporada estival, son otro par de serios avisos para esa «clase media» de pelotaris cada vez más exigua.