Muriel Casals murió en la madrugada de ayer en el Hospital Clínic de Barcelona, como consecuencia del fuerte traumatis- mo craneoencefálico que sufrió el 30 de enero, cuando fue atropellada por una bicicleta, y su fallecimiento causó una profunda conmoción en Catalunya, donde dejó un gran vacío.
En su juventud militó en el PSUC –donde tomó parte a favor de la corriente liderada por Josep Termes que defendía la lucha de clases como un movimiento que debía implicarse en el catalanismo– y, posteriormente, de ICV –donde votó por Nacionalistes d’Esquerres por la posición refractaria al soberanismo de los ecosocialistas–, pero antes de unirse a Junt pel Sí para las elecciones plebiscitarias del 27 de setiembre no estaba afiliada a ningún partido.
Desde 2010 presidió Òmnium Cultural, y al frente de esa entidad se convirtió en uno de los referentes del movimiento soberanista impulsado desde la sociedad civil y una de sus caras visibles, junto con la expresidenta de la Asamblea Nacional Catalana y ahora presidenta del Parlament, Carme Forcadell, con quien formó un tándem.
Como presidenta de Òmnium, promovió la movilización del 10 de julio de 2010 contra la sentencia del Tribunal Constitucional que recortaba el Estatut, una movilización considerada punto de partida del auge independentista en el último lustro.
Casals dejó la Presidencia para engrosar la candidatura independentista que aglutinó a Convergència Democràtica de Catalunya, Esquerra Republicana y algunas entidades sociales. Ocupó el tercer puesto y su nombre se barajó para sustituir a Artur Mas cuando su investidura quedó bloqueada.
El president, Carles Puigdemont, destacó ayer que Casals es un «referente ético a seguir» cuya labor «ennoblece» a Catalunya llamó a «completar el sueño» que gente como ella «ha ayudado a hacer luminoso y posible».
Por su parte, el expresident de Mas destacó que Casals «resumía todas las virtudes y ninguna de las miserias» del proceso soberanista catalán.
Para la CUP, el mejor homenaje será «la victoria» y para ERC, «la libertad».