INFO

España ante sus fantasmas

La excarcelación de Arnaldo Otegi volvió a ubicar a Euskal Herria en el centro del debate en el Congreso español, aunque fuese de carambola.

Alberto Pradilla

Hacía tiempo que no reaparecía este fenómeno y lo paradójico es que no se produjo como respuesta a los planteamientos de PNV y EH Bildu a Pedro Sánchez, que se quedaron flotando en el aire mientras que el candidato del PSOE los ignoraba, sino como «fetiche» con el que el establishment atacaba de la forma más frívola posible. Pasados cinco años del cese definitivo de la actividad de ETA, la organización armada o las duras consecuencias del conflicto aparecen en la discusión partidista española deformadas, ajenas a una realidad que es demasiado seria y dolorosa como para caricaturizarlas de un modo tan vil.

Comenzó Pedro Sánchez mezclando un tuit de Pablo Iglesias en el que señalaba que los demócratas debían alegrarse por la liberación del secretario general de Sortu con el aniversario de la muerte de Isaías Carrasco, a quien ETA mató en un atentado. Siguió Albert Rivera, tirando de demagogia y preguntando al líder de Podemos si nombraría al expreso político vasco «ministro del Interior». Y cerró el festival del despropósito el todavía ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, que insistió en su teoría del contubernio entre PSOE, Podemos y ETA que, según su elucubración, se materializaría en el acercamiento de presos en caso de que Sánchez e Iglesias compartiesen Ejecutivo.

Habrá que recordar que Arnaldo Otegi es el secretario general de Sortu, que forma parte de la coalición EH Bildu. Esta, además, es la única formación que había reivindicado abiertamente el fin de las políticas de excepción (al PNV se le presupone también, pero no lo mencionó explícitamente). Sin embargo, el látigo del estigma vinculado al conflicto, el «todo es ETA» que ya no es jurídico sino dialéctico, se dirigió hacia Podemos.

Estamos tan acostumbrados a la utilización cínica de este argumentario que no suena extraño. Sin embargo, sí que se montó un escándalo cuando Iglesias recordó a Felipe González y su pasado de «cal viva». Manipular el dolor para arrear al adversario es admisible, pero recordar las miserias del Estado merece un anatema. Los mismos que 24 horas antes habían establecido los mil y un perdones que Otegi debería pronunciar a pesar de sus seis años de cárcel injusta se llevaron las manos a la cabeza por que Iglesias mentase a la impune X de los GAL. Si las caricaturas esconden partes de la realidad, lo que ayer afloró en el Congreso es la incapacidad que tiene España y su clase política de mirar a la cara a sus fantasmas.