Luis Uhalde y Jesús Viana
Banatu taldea / Iniciativa decrecentista por el reparto de todos los trabajos

Menos jornada, más empleo

Parece que la jornada laboral de 8 horas se ha asentado como la jornada 'natural' y su reducción no ha vuelto a aparecer como una reivindicación mayoritaria de la clase trabajadora hasta ahora

Ahora, en estos tiempos de pandemia, más que nunca se pone de manifiesto que la sociedad la componemos personas con los derechos básicos que garantizan nuestra supervivencia: la salud, la educación, la vivienda y también el empleo.

Vivimos en una sociedad estructurada en torno al trabajo. El trabajo (el empleo como trabajo asalariado), no es sólo el principal medio por el cual satisfacemos nuestras necesidades, sino también un importante vector de integración social y un indicador clave de estatus e identidad personal. Además, es el acceso para disfrutar derechos como la sanidad, las pensiones y otras prestaciones sociales.

Si para conseguir el derecho efectivo a la salud estamos reinventando nuestro modo de convivencia, igual debemos hacer con el resto de los derechos, más cuando son tan básicos y necesarios como lo es el derecho a un empleo digno. En la sociedad actual nos vemos obligados a competir por el empleo existente, que hasta ahora ha sido insuficiente. Hoy, cuando apenas vislumbramos la salida de la crisis sanitaria, ya comprobamos los enormes costes sociales que está provocando, entre otros, unas tasas de desempleo desbocadas, por lo que estamos obligados a repensar también nuestro modelo de empleo.

Apoyamos los debates y movimientos sociales a favor de la reducción de la jornada laboral mediante el reparto del trabajo y la implementación de una renta básica. Las razones que motivan estas reivindicaciones incluyen la reducción de la desigualdad y el paro frente a la nueva ola de automatización del trabajo, la lucha por la conciliación entre trabajo y la vida personal, comunitaria y pública, y la necesidad de desactivar la carrera productivista-consumista ante la crisis ecológica y climática.

Desde la reclamación de la reducción de la jornada de 12 horas hasta lograr la jornada de 8 horas, la lucha por la reducción del tiempo del empleo ha sido una de las señas de identidad del movimiento obrero. Ya en 1.988 CCOO de Navarra tituló su 4º Congreso con el lema: “Trabajar menos para trabajar todos”.  Sin embargo, parece que la jornada laboral de 8 horas se ha asentado como la jornada 'natural' y su reducción no ha vuelto a aparecer como una reivindicación mayoritaria de la clase trabajadora hasta ahora. Sin embargo, en estos momentos, esta necesidad vital y humana se convierte en una necesidad existencial: tenemos que pasar menos tiempo en el trabajo para poder ganar más tiempo para nuestras vidas y sobre la Tierra. No habrá transición ecológica ni ésta podrá ser justa sin una jornada laboral que comience a disminuir cuanto antes.

Además, proponemos reducir al mínimo imprescindible las horas extra contratando nuevos trabajadores equivalentes a la duración de las mismas. Y, por otra parte, modificar el contrato de relevo, ampliando sus condiciones, para que favorezca el relevo generacional con nuevos trabajadores, posibilitándolo también en el sector público.

Para ello existen múltiples formatos de reducción de jornada, desde trabajar un día menos a seguir trabajando los mismos días pero con menos horas. Distintas personas encontrarán más beneficioso uno u otro formato dependiendo, por ejemplo, de las responsabilidades de cuidados a su cargo.

Exigimos el cumplimiento del artículo 35.1 de la vigente Constitución: «Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo» (…) y «una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia» y del artículo 40.1: «los poderes públicos (…) de manera especial realizarán una política orientada al pleno empleo».

Aspiramos a alcanzar este objetivo de pleno empleo, siendo responsabilidad de las administraciones públicas garantizar la creación del empleo que el sistema no sea capaz de implementar en este proceso, a partir de la financiación proveniente del aumento de rentas y cotizaciones y del ahorro en prestaciones sociales dedicadas al paro y la precariedad; además de la aplicación de una renta básica en los casos que sea necesario y de una justa fiscalidad que posibilite la distribución de la riqueza en la sociedad.

«Cuando usted compra algo no lo compra con plata, lo compra con el tiempo de su vida que gastó para tener esa plata». La frase de Pepe Mújica nos ilustra sabiamente sobre la necesaria reflexión en torno a la riqueza y calidad del trabajo. La máxima de «el tiempo es oro» la revierte en «el tiempo es vida», incidiendo en la importancia del tiempo y la gestión del mismo sobre otros aspectos importantes de la vida: los cuidados, el hogar, el ocio o la cultura, que la dedicación excesiva al empleo nos limita.

Trabajar es un derecho y no una suerte. Y trabajar menos para trabajar todas las personas, una exigencia para garantizar que todas las personas tengamos los ingresos suficientes que nos permitan vivir con dignidad.

Reducir la jornada laboral para repartir el empleo existente, con la implicación de la administraciones estatales, autonómicas o municipales, así como de los sindicatos y organizaciones sociales, mediante el reparto solidario de todos los trabajos, no es solo una respuesta a la crisis sanitaria actual: es la respuesta que tenemos que dar a esta sociedad injusta, que necesita urgentemente un cambio hacia un modelo económico y social más humano, iniciando un decrecimiento económico más racional, con miras al futuro.

Deseamos que los gobiernos acierten en todas aquellas medidas sanitarias que están tomando para salir de la pandemia, pero también deben innovar e implementar políticas de empleo para garantizar una vida digna para todas las personas. Como les gusta decir: «No vamos dejar a nadie atrás». Solo saldremos satisfactoriamente de la crisis sanitaria atajando también el problema del paro y la precariedad, con reparto del empleo y de la riqueza.

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