LA OBSESIÓN VASCA DA PASO AL OLVIDO Y EL USO INTERESADO
De marcar la agenda a ser invisible. Euskal Herria ha desparecido del discurso electoral. El conflicto es únicamente mencionado para mantener dogmas y no para batallas sobre el terreno, como recurso antiguo en la pugna multipartito en Madrid.
Hubo un tiempo en el que lo que pasaba en Euskal Herria marcaba decisivamente la agenda del Estado español. No fue hace tanto. Apenas unos años. Y, sin embargo, todo ha cambiado. Antes, los líderes de PP y PSOE se prodigaban por los territorios vascos como el Cid Campeador en operación de reconquista. Ahora, cada uno de los cuatro principales partidos españoles apenas ha pisado alguno de los herrialdes. El mensaje, además, oscila entre ignorar la existencia de un conflicto y hablar de Araba, Gipuzkoa, Bizkaia y Araba como si de cualquier provincia española se tratase y la burda utilización de las consecuencias del conflicto, no para atacar al independentismo, sino para zurrar a sus contrincantes en Madrid. Mariano Rajoy en Iruñea y Pedro Sánchez en Gasteiz son los candidatos que han pisado Euskal Herria. Pablo Iglesias anuló su visita a Bilbo ante la tentadora y lógica idea de hacer sangre en La Sexta después del bochornoso «cara a cara» del lunes. Por último, está previsto que Albert Rivera aterrice hoy en la capital vizcaina. La resolución no es prioridad. La falta de pedagogía y la presión de lobbys vinculados a determinadas víctimas han provocado que este asunto pueda servir para perder votantes pero nunca para ganarlos.
Para PP y PSOE no es difícil situarse en modo «piloto automático» y repetir las consignas a las que están abonados desde tiempos inmemoriales. En la década pasada, durante el mandato de José Luis Rodríguez Zapatero, algo se quebró. Tras perder los comicios de 2004, el actual presidente español, Mariano Rajoy, y sus subordinados, convirtieron la denominada «lucha antiterrorista» en ariete para desgastar al contrario. Aquellas multitudinarias marchas del PP y la AVT construyeron una arquitectura ideológica que sigue sin ser desmontada. Lo paradójico es que, en estas elecciones, haya sido Ferraz y no Génova quien se haya abonado a la teoría de la «connivencia».
A la espera de que Albert Rivera desembarque hoy en Bilbo, la derecha se ha aferrado a su mensaje de siempre. Mariano Rajoy, en su paseíllo vespertino por Iruñea, apenas acertó a repetir el discurso de UPN y demostrar que no sabía si estaba o no en Nafarroa. Que lo mismo le daba.
El que se ha abonado al discurso que antes criticaba es el PSOE. Paralizado ante la amenaza de Podemos, sus líderes recuperan el argumento de la «connivencia» para castigar a Pablo Iglesias. No fue Sánchez, que en su corro en Gasteiz dijo menos que en una tertulia de «La Sexta», sino Patxi López. «Estaba en una herriko taberna haciendo loas a la izquierda abertzale y a ETA mientras el PSE ganó la batalla al terrorismo sin retroceder un milímetro», clamó el exlehendakari que será recordado por encontrarse a miles de kilómetros de la Historia cuando la organización armada decretó su cese. Odón Elorza sigue la misma estela, y ya son incontables las veces que ha repetido el mismo tuit mostrando el vídeo en el que Iglesias da una charla en la Herriko de Iruñea.
Nafarroa e Iruñea, ausentes
Que el PSOE recurra a un argumento similar al que padeció es un buen ejemplo del uso de la «cercanía» como arma política de corto recorrido. Sin embargo, por el momento funciona. Iñigo Errejón pasó por Donostia y Bilbo sustituyendo Iglesias pero eludió hacer mención sobre el conflicto. Incluso sobre la receta catalana y el soberanismo vasco. Cuando nadie te pregunta es mejor hacer como si uno se encontrase en Villargordo (provincia de Jaén) que afrontar un asunto, el del conflicto en el que, electoralmente, mucho hay que perder y poco que ganar.
Quizás esta estigmatización es la razón que explica que los gobiernos del cambio en Nafarroa sean los grandes excluidos a nivel estatal. Tanto Uxue Barkos como Joseba Asiron lideran sus ejecutivos cumpliendo la aspiración de quienes pretenden superar el bipartidismo: tener un gabinete al margen de PP y PSOE. Sin embargo, los «ayuntamientos del cambio» que se mencionan en los actos de Podemos y Unidad Popular son los de Madrid, Barcelona, Zaragoza o Cádiz. Ni una palabra sobre Iruñea, pese a que el acto en el que Asiron tomó la vara de mando es, posiblemente, el más multitudinario tras el protagonizado por Ada Colau en la capital catalana. Claro, que al sur del Ebro esto no vende. De hecho, puede penalizar. El independentismo de izquierdas vasco sigue estigmatizado y, sin pretender la aprobación estatal, es como un agujero negro al explicar nuevas combinaciones. Cierto es que Pablo Iglesias defendió el nuevo Gobierno foral en el debate a tres organizado por ‘‘El País’’. «En Navarra apoyamos el Gobierno de Uxue Barkos a mucha honra», dijo. Sin embargo, por acción y por omisión, la campaña evidencia que hay mantras que aún pesan.