Último adiós al gurú de la vanguardia musical
El martes falleció en su domicilio de Baden-Baden el director de orquesta y compositor francés Pierre Boulez, a los 90 años. Aunque había prolongado su actividad hasta una edad muy avanzada, en los últimos estadios de su carrera venía padeciendo de debilidad física y problemas oculares, pero el declive definitivo comenzó a mediados de 2013, tras una rotura de hombro que le obligó a cancelar la mayoría de sus compromisos.
¿Puede un solo hombre cambiar el curso de toda una especialidad artística? Si alguien ha estado cerca de ostentar un poder semejante, ese fue Pierre Boulez. Nacido en 1925 en Montbrison (Loira), comenzó a estudiar matemáticas en Lyon, pero con 17 años se mudó a París para dedicarse en cuerpo y alma a la música. En la capital francesa se convirtió en uno de los primeros alumnos de Olivier Messiaen, recién regresado de un campo de concentración, y de René Leibowitz, quien le introdujo en los arcanos de la música dodecafónica. Pero en aquellos estertores finales de la Segunda Guerra Mundial, Boulez decidió radicalizarse: «La generación de 1945 quería crear un mundo nuevo. Queríamos redefinirlo», recordaría años más tarde.
Partiendo de un experimento de Messiaen, Boulez desarrolló un nuevo sistema compositivo, el serialismo integral, que tenía como principio que todos los parámetros de una obra, desde notas y ritmos a dinámicas y acentos, eran determinados por procesos combinatorios. El resultado era una música radicalmente distinta a cualquier otra escuchada con anterioridad, un universo sonoro divergente que Boulez empleó como arma arrojadiza contra la tradición musical que, aseguraba, albergaba todos los males del pensamiento burgués que había empujado al mundo a la devastación bélica. Boulez, que fue además un gigante intelectual, supo presentar esta nueva música junto a proclamas y manifiestos que hoy son referencias fundamentales del pensamiento estético del siglo XX, y en los que no faltaban llamamientos tan contundentes como el de «volar las casas de ópera». Su personalidad magnética fue el crisol del que surgió el núcleo de la vanguardia musical de la postguerra, marcada por la especulación y la experimentación y que, desafortunadamente, acarreó también el alejamiento del público de la música contemporánea.
La trayectoria de Boulez atravesó diversas etapas. La edad templó su temperamento y terminó gozando de gran influencia política, lo que le permitió fundar instituciones como el IRCAM (Institut de Recherche et Coordination Acoustique/Musique), de una importancia invaluable en el desarrollo de las músicas electrónicas. En la medida en que su carrera como director creía, sin embargo, fue componiendo cada vez menos. Pero la rebeldía del joven compositor nunca llegó a apagarse en él. «Lo que me motiva a los 88 años es que me interesa todo lo nuevo», afirmaba en una de sus últimas entrevistas.