Las diligencias del miedo
No ha salido de la cárcel todavía y ya están nerviosos quienes lo metieron. El fiscal de la Audiencia Nacional ordena vigilar el recibimiento a Arnaldo Otegi y abre diligencias sobre algo que ni siquiera ha llegado (!). Con la certeza de que no ocurrirá lo que desearían y la paradoja de de que víctima es precisamente el político encarcelado.
Si algo ha puesto de manifiesto el “caso Bateragune” es que el tiempo ha dado a los procesados la razón y la credibilidad, ante su pueblo y ante la comunidad internacional, cuando asumieron en público sus responsabilidades en la apuesta de la izquierda abertzale por un cambio estratégico y por la confrontación política por vías exclusivamente democráticas y pacíficas. El terreno donde el Estado se siente más incómodo e inseguro, donde pierde por falta de argumentos para alcanzar la mayoría social y política. Por ello su obsesión en mantener el conflicto en los viejos y otrora rentables parámetros «antiterroristas». Y su declive hacia la irrelevancia electoral e institucional en tierra vasca.
La pataleta recuerda al niño tramposo que agarra el balón y se marcha enrabietado del partido porque no le pasan la pelota que le regaló su abuelo, el dictador. Pero ya no se juega con aquel balón ni en aquel campo. Y tienen miedo. Otegi ha seguido metiendo goles hasta cuando el árbitro lo encadenó en el banquillo. Y eso que el partido no lo gana un delantero, sino el equipo entero y el calor de la afición.
La sociedad vasca va a recibir a Otegi con alivio y los brazos abiertos. Pese a las diligencias. Una oportunida para que partidos y grupos sociales envíen a sus representantes a Logroño, Elgoibar o Anoeta.