Pamplona, tercamente bilingue desde siempre
Al primero que se lo oí decir fue a Joseba Asiron. Creo que fue después de que le chiflaran en el Pobre de Mí por hablar en euskara. Algún colega periodista cizañeaba buscando un poco de polémica en medio de la sosez informativa veraniega y le preguntó al alcalde por esos silbidos y, sobre todo, por la gente que silbaba. Y lo que dijo Asiron fue: «Pamplona ha sido siempre bilingüe, desde que se fundó, por mucho que algunos no se quieran enterar».
Si bien Iruñea es anterior, la fundación de Pamplona es del siglo I antes de Cristo, de cuando Pompeyo y César jugaban al ratón y al gato con una República que se desmoronaba. Fueron Pompeyo y sus tropas los que fundan una ciudad con población local y, de este modo, Pompaelo nace a su vez latina y vascona.
Lo fascinante es que durante 21 siglos, la ciudad ha permanecido tercamente bilingüe. Y digo tercamente, porque en la capital navarra no se ha impartido clase desde lo público en una de esas dos lenguas hasta hace tres décadas (la Ley del Vascuence es de 1986). ¡Solo se ha estudiado en euskara durante 30 años en los últimos dos milenios!
«¡Quieren imponer el euskara!», gritan ahora los que se emperran en negar esta realidad bilingüe. Y todo porque de dos escuelas infantiles (de un total de 17) se ha pasado a cuatro. Para combatir ese mensaje de miedo, estos días euskaltzales se desviven por explicar a los padres la suerte que tienen por poder hacer que sus hijos aprendan las dos lenguas. Lo hacen repartiendo folletos y chupando un frío horroroso y, desde aquí, quiero darles las gracias.