Lo que es del César, también para Dios
Quiero creer que me he apropiado de un bien religioso para mi propia utilidad y beneficio, es decir, unas vacaciones sin el mínimo acercamiento a la superstición y elementos mágicos que rodean a la Semana Santa. Una especie de revancha por su intromisión en la educación, el control del pensamiento y la forma de organizar la sociedad en general.
Pero me temo que la Iglesia católica sigue ganando por goleada y, aunque conviviendo con la cultura del ocio y el consumo, consigue extender por todo el calendario sus referencias, incluso sobre aquellas celebraciones paganas de las que ella misma se apropió bañándolas con el barniz de sus propios, rituales, conjuros y santería. Incluso casi 300 años después de Voltaire y Diderot. Habría que exigir que devuelva el calendario, las fiestas y las celebraciones para organizarlas como mejor entendamos. De momento, no estaría mal que devolviera los más de 500 bienes de los que se ha apropiado desde 1978 gracias a los favores legales del Gobierno español, que le han permitido apoderarse de campos, casas, ermitas, huertas, antiguas escuelas y otros inmuebles, sin tener que demostrar su propiedad más allá de la ratificación del propio obispo.
Por si fuera pequeño el trato de favor que le otorga el Concordato, la exención de impuestos y la financiación de escuelas, ayuntamientos y concejos han asistido impotentes a esta apropiación.
Ya es suficiente con que Marcelo, el ángel de la guarda del ministro español del Interior, nos quite el sitio para aparcar.