13 MAY. 2016 IKUSMIRA Vista Alegre, santo y seña del espíritu rancio Agustin Goikoetxea Periodista La transformación del Botxo es innegable desde que Foster dejara su impronta en el metro inaugurado en 1995, Gehry en el Guggenheim en 1997, el Palacio Euskalduna de Soriano y Palacios en 1999 o la torre de Pelli en 2012. La crisis ha frenado esa carrera impulsada por las instituciones por pivotar el desarrollo urbano y económico en esos hitos, que no son los únicos pero sí, igual, algunos de los más llamativos para el visitante. Pero no todo es vanguardista. Muchas son las miserias de Bilbo, muchas producto del desarrollismo franquista que décadas después seguimos pagando. Por aquellos tiempos, en 1962, se inauguró la plaza de toros de Vista Alegre gracias a la colaboración de Consistorio, Diputación y Cámara de Comercio; para que luego digan que es novedosa la sociedad San Mames Barria. Propiedad del Consistorio y de la Santa y Real Casa de Misericordia es una infraestructura vetusta a la que nadie logra sacar rentabilidad. La Junta Administrativa, con unos estatutos de 1900, es su propietaria, donde tienen cabida representantes de la oligarquía bilbaina junto a políticos a quienes las corridas de toros les parecen «un espectáculo lúdico-festivo» y «motor de la actividad económica». No entran a discutir sobre el maltrato animal, aunque no les queda otra que reconocer las pérdidas, de 153.346 euros en 2015, después de comprar entradas para que se llenen las gradas. Hay que defender las corridas y las prebendas. Vista Alegre es santo y seña de lo rancio en todas sus vertientes, escenario de un espectáculo cruel, ruinoso y repulsivo para muchos y muchas.