18 JUN. 2016 IKUSMIRA No quiero morir como Dios manda Fermin Munarriz Periodista Tomo prestado un momento el oportuno título de Carles Francino para aplaudir el paso dado ayer en el Parlamento de Gasteiz. Gracias al acuerdo entre EH Bildu y PNV, la CAV tendrá en breve una ley que regulará el derecho a una muerte digna. No se habla todavía de eutanasia, pero es un avance. Además nos empareja con Nafarroa. El proyecto de ley parte de una premisa justa y progresista: la voluntad de la persona ante el trance final. Es decir, su libertad; el derecho de cada ser humano a decidir sobre su propia vida. La ley priorizará la determinación del paciente por encima de la opinión de los médicos. Es un paso cualitativo y estimula un debate pendiente y necesario, entre otras muchas razones, para desalojar de códigos y reglamentos la intromisión moral de la religión hasta el último aliento de nuestra existencia. Nuestros cuerpos y nuestros días no pertenecen a dioses caprichosos, malhumorados y autoritarios. Y menos aún a sus servidores. Nadie puede ni debe obligar a nadie a vivir una vida que no quiere, ni a sobrevivir contra su voluntad en condiciones de sufrimiento o degradación. Por ello también es necesario regularlo. Nuestra consciencia de mortales nos lleva a expresar en los momentos de lucidez el deseo de una muerte plácida y digna. Sin dolor, con decoro. Solo la naturaleza o el infortunio lo contradirán. Es todo lo que nos queda. Decidir con libertad sobre la muerte propia es, quizá, la expresión final de la calidad de vida. O de una vida de calidad. Y eso también alivia el duelo de quienes se quedan.