26 AGO. 2016 Gargantua Los fuegos, mejor con un poco de viento Txomin PITARKE BILBO Vuelvo aquí a esta tribuna que me ofrece GARA para hablar de los fuegos artificiales, del que dicen es el espectáculo que más público reúne en Aste Nagusia. No seré yo quien lo ponga en cuestión. En los previos, he leído y oído muchas cosas relacionadas con ellos en los medios de comunicación, la principal que dependiendo de la velocidad del aire podrían llegar a suspenderse a consecuencia de la nueva normativa de seguridad. Como casi siempre la orden es Real. Sí, con la firma del hijo del señor que vino el martes a los toros en avión privado. Algunos se echaron las manos a la cabeza. ¡Qué drama, ya no hay una excusa para darse un garbeo por El Arenal! He de reconocer que lo único que provocan en mí los dichosos fuegos es un cierto mosqueo. Tiempo antes de que lancen al cielo el primer aviso en forma de bomba, el personal se pone nervioso y el tranquilo poteo se corta de sopetón. Además, si estás en el recinto de txosnas no te queda otra que ver el espectáculo pirotécnico de turno por cierre comparsero de las barras, así que toca ponerse a la cola para comprar un bocata y sentarte a comerlo con un buen katxi. Hasta ahí todo normal. El problema, por lo menos los pasados martes y miércoles, es que el dichoso aire que hace temblar a los fans de los fuegos no apareció, ni de 36 ni de 54 kilómetros por hora, y a más de uno nos tocó masticar o beber ciertos restos que caían del cielo a la par que se formaban palmeras y otras figuritas en el cielo. Yo, porque protejo mi cabeza con txapela, pero ya vi a alguno de mis compinches con esa especie de hollín negro en su calva. Prefiero la purpurina de la Pinpi. Tan preocupados por el viento, lo cierto es que no habría venido mal algo más, sin llegar al vendaval, en los lanzamientos de las colecciones de Pirotecnia Xaraiba, de Ourense, y la austriaca Feuerwerke Jost. A mí, particularmente, aunque no hay unanimidad en la cuadrilla, me gustaron los austriacos, igual fue por que tuve la fortuna de que no me cayeron muchas partículas ese día al katxi. Otro asunto es la humareda, que fue de órdago en dos días de bochorno con una humedad del recopón. No tengo queja alguna del olor tras los fuegos. Fue el habitual, aunque lo cierto es que se mitigó con cierto «olor a fiesta» que hay en algunos puntos. Los avances de la ciencia no han conseguido descubrir la sustancia capaz de hacer desaparecer las consecuencias de la batalla festiva y los meones, no hay que obviarlo, campan a sus anchas por las esquinas.