La crisis que nos ha tocado vivir estos últimos años ha dejado claro su carácter transversal. No solo ha afectado la esfera económica, pues sus orígenes no son solo económicos. Hablemos, por ejemplo, de moral, pero hablemos, por aquello de no asustar al rebaño, de forma relajada, pausada... cercana. Después de cosechar éxitos en varios festivales internacionales, llega a nuestras salas la nueva película de Jonathan Cenzual Burley, suerte de cuento moral (cómo no), sobre las penurias morales (ídem) de unos tiempos en crisis.

En el aislamiento que proporciona la ruralidad española, nos topamos con un hombre sencillo, cuya única ambición en este mundo es vivir una vida sencilla. Se trata de un pastor asentado en una rutina austera pero igualmente reconfortante. Un pequeño oasis de tranquilidad y sentimientos puros... a punto de desvanecerse por la codicia de una empresa constructora que ansía sus terrenos. El director y guionista tira de economía narrativa (y de medios) para potenciar el impacto de una historia con implicaciones igualmente transversales. El resultado desconcierta a primera vista por la aparente dejadez en la puesta en escena, pero a la larga cala por la honradez de sus intenciones.